lunes, 24 de octubre de 2011

Al cole, II


Como empecé a contar ayer, el sábado Sirio y yo nos fuimos al cole muy ilusionados. Bueno, ilusionada iba yo, Sirio no tenía ni idea. Pero a él siempre le hace ilusión subir al coche.

Cuando llegamos a la explanada en cuestión, había otros seis perros con sus dueños, además del adiestrador. Luego apareció otra pareja perro-dueño más, o sea que al final fuimos ocho parejas de alumnos.

Lo primero que no me gustó es que no permitieran que los perros se saludasen. Estoy segura de que Sirio habría estado más relajado durante la sesión si antes hubiese podido olisquear un poco a sus compañeros desconocidos. Pero todos los dueños tuvimos que situarnos en fila, con el perro sentado al lado izquierdo. Sirio se sentó, aunque yo sabía que era imposible que aguantase quieto más de cinco segundos estando rodeado de perros. No hemos llegado tan lejos en la práctica del "sentado-quieto" con distracciones fuertes.

En cuanto se movió, el adiestrador se me acercó y me dijo que lo corrigiese. Yo lo que hice fue decirle "Sirio, quieto", pero el hombre negó con la cabeza, me pidió la correa y me enseñó cómo corregirlo. La cosa consistía en pegarle un tirón seco, con el collar casi a la altura de las orejas, para que se sentase. Al mismo tiempo, le empujaba la grupa con la mano.

Sirio volvió a sentarse, naturalmente. Eso ya sabe hacerlo él solito sin que le empujen. Pero estaba cada vez más nervioso y al momento se puso de pie. Entonces, el adiestrador se enfrentó a él mirándole fijo a los ojos y diciendo "No", al tiempo que levantaba el dedo índice. Mi perro puso los cuartos traseros en el suelo, pero no de la manera alegre y expectante en que lo hace habitualmente, sino con las orejas pegadas a la cabeza y el rabo entre las piernas. Tenía miedo, estaba claro.

El adiestrador me devolvió la correa y me dijo que tenía que hacerme respetar, que debía corregir al perro cada vez que no me obedeciese. Yo iba a replicar algo, pero no me dio ocasión. Para cuando abrí la boca, ya estaba caminando hacia el centro de la explanada con aire marcial y satisfecho, como si hubiese ganado una batalla o algo así.

Estuve a punto de marcharme, pero decidí no ser tan impulsiva y no dejarme llevar por la primera impresión. Ya que estábamos allí, igual podíamos aprender algo.

Soy de una generación en la que los chicos todavía hacían la mili obligatoria, así que a través de amigos, hermanos y novietes, sé perfectamente lo que es hacer la instrucción. Por eso me di cuenta enseguida de que lo que estábamos haciendo era eso, la instrucción. Todo era "de frente, media vuelta, izquierda, alto, etc.". Lo peor era que el adiestrador parecía estar más preocupado por que las filas estuviesen rectas que por los perros.

A la media hora, yo estaba harta y Sirio más. Se tiraba en el suelo y no quería saber nada de avanzar ni de dar vueltas al grito de "heel". Cuando el adiestrador se me acercó con aire reprobatorio, le dije que mi perro era muy joven y que estaba cansado. Entonces volvió a coger la correa y me demostró que el perro le seguía. Qué remedio, el pobre, medio ahogado.

En fin, que el perro salió de allí completamente estresado y yo también. Lo que pensaba que iba a ser entretenido y divertido, en realidad sólo sirvió para crearnos tensión.

Nos metimos en el coche y Sirio se acurrucó en asiento de atrás hecho un ovillo. Lo acaricié y tiré directamente hacia la playa. Allí estuvimos un rato jugando y corriendo los dos, felices, liberados. Sirio me miraba alegre, con la lengua fuera. Otra vez era mi perro, despreocupado y juguetón. Parecía decirme: "Ufff, colega, por fin nos hemos deshecho del sargento ese". Y tenía toda la razón.

No tengo cualificación para valorar el trabajo de un profesional, así que no lo haré. Seguramente hay que ser muy estricto para entrenar perros policía o de rescate. Es posible que ese tipo de adiestramiento sea más fiable y apropiado para perros duros o agresivos.

Lo que sí tengo claro es que mi perro es un animal de compañía y no hace falta que aprenda a base de asustarlo. Sirio tiene buen carácter, es noble, confiado y amistoso con todo el mundo. Lo último que quiero es que cambie, que se vuelva miedoso y suspicaz.

También sé que es muy inquieto y que no le vendría mal un poco de autocontrol, pero creo que se le puede enseñar obediencia con métodos más amables y disfrutando del adiestramiento. Eso va mejor con mi estilo y con el tipo de relación que quiero tener con mi perro.
 

domingo, 23 de octubre de 2011

Al cole, I

Hay días que no tenemos tiempo de dar un paseo largo con Sirio. Esos días, cuando salgo a hacer algún recado, lo llevo conmigo en el coche y a la vuelta paro en un lugar cercano a casa. Es un camino entre pinos que lleva a una ermita. Como casi nunca hay nadie, puedo soltarlo para que corra un poco. Suele aparecer alguna ardilla o algún pájaro que perseguir, además de un montón de olores interesantes.

La semana pasada, encontramos allí a una mujer con una perrita de unos dos años. Estaban jugando a la pelota y Sirio –no faltaba más- salió como un cohete hacia ellas. Cuando llegó, la perrita estaba sentada junto a su dueña y no se movía, a pesar de que Sirio no paraba de mover el rabo y agachar la parte delantera el cuerpo, con esa postura de "¿quieres jugar?" que todos conocemos.

La mujer dijo "heel" en tono seco y la perrita se pegó como un velcro a su pierna izquierda. Vino hacia mí y se paró a charlar conmigo. En su mal español, me dijo que su perra se llamaba Willie y me preguntó por el mío. Todo el tiempo, Sirio estuvo dando vueltas a nuestro alrededor e intentando jugar con Willie. Ella lo miraba, pero no se movió un milímetro de su posición de sentada, perfectamente cuadrada y paralela a la dirección de los pies de su dueña.

La felicité, en mi mal inglés, por lo bien adiestrada que estaba. Entonces me contó que en el pueblo vivía un jubilado británico que había sido entrenador de perros policía en Inglaterra. Daba clases de obediencia los sábados junto al pabellón de deportes. Al parecer, Willie había pasado el nivel 1 y estaba aprendiendo el nivel 2. No pude evitar preguntarme, después de ver ese comportamiento casi robótico, qué diablos le enseñarían cuando llegase al nivel 4.

Me marché a casa impresionada. Yo creía que tenía a mi perro bastante bien educado, teniendo en cuenta su juventud y su carácter extremadamente inquieto. Pero después de aquella exibición, empecé a fantasear con Sirio obedeciendo siempre a la primera, quedándose quieto durante un minuto seguido, andando a mi lado sin dar tirones de la correa cada vez que pasa una hoja que mueve el viento.... En fin, un sueño.

Vivimos en un pueblo pequeño, así que no hay mucha oferta de clases de adiestramiento. Más bien, ninguna. Tampoco nos podemos permitir un adiestrador particular. O sea, que el inglés ex policía era la única posibilidad. Decidí ir un sábado a probar.

Pensé que Sirio disfrutaría reuniéndose con otros perros y aprendiendo cosas nuevas. Sería divertido también para mí. Mejoraríamos mucho con la orientación de un profesional. Al fin y al cabo, soy una amateur autodidacta, con un solo perro de experiencia. Cualquier consejo me vendría estupendamente.

Así que el sábado me levanté ilusionada y le dije a Sirio que nos íbamos al cole. ¿Que cómo nos fue? En la próxima entrada lo cuento.

martes, 18 de octubre de 2011

Señales de calma

En El lenguaje de los perros: las señales de calma, libro breve y fascinante, Turid Rugaas ofrece un catálogo de gestos que el perro utiliza para comunicarse, tanto con otros perros como con nosotros. Es fruto de años de observación y de análisis por parte de esta adiestradora y escritora noruega, que demuestra en todos sus trabajos una capacidad y una sensibilidad realmente especiales.

Leerlo constituye una invitación a mirar a los perros, el tuyo y los demás, de otra manera, a intentar interpretar qué quiere decir cuando da un rodeo, cuando olisquea el suelo o cuando desvía la mirada. Es increíble la cantidad de mensajes que puedes traducir si conoces el idioma.

Un ejemplo: el bostezo. Dice Rugaas:
"El perro puede bostezar cuando alguien se inclina sobre él, cuando tu voz suena enfadada, cuando hay gritos y discusiones en la familia, cuando está en el veterinario, cuando alguien camina directamente hacia él, [...] cuando las sesiones de adiestramiento se prolongan demasiado y el perro se cansa, cuando le has dicho que no por algo que no te gusta que haga... y en muchas otras situaciones".
Cuando regaño a Sirio porque se está portando mal, él siempre bosteza. A mí me parecía una especie de burla, como si un niño al que su padre o su maestra le están regañando, se pusiese a bostezar. Después de leer a Rugaas, me di cuenta de que Sirio bostezaba porque sabía que estaba enfadada e intentaba calmarme. Me estaba diciendo: "tranquila, por favor, no te pongas así".

Pero lo mejor es que conocer el idioma no sirve sólo para entender. ¿Por qué no intentar también comunicarnos con ellos? Yo lo hice con el bostezo y funcionó.

Sirio no ladra casi nunca, salvo cuando nos ve alejarnos y no puede seguirnos porque se ha quedado dentro de casa o en el coche. Ladra un poco y, cuando nos pierde de vista, se calla.

Sin embargo, si hay algún ruido desacostumbrado en la calle o si oye a otro perro, tiene la costumbre de salir a la terraza y ladrar. No me gusta que lo haga porque puede molestar a los vecinos, sobre todo si es de noche. Así que, cuando lo oigo, lo llamo y le bostezo en la cara. Un gran bostezo, sacando bien la lengua. Le estoy diciendo: "no te preocupes, todo va bien". Mano de santo. Deja de ladrar y se va tan tranquilo a su sitio.

Hay muchas más señales, además del bostezo. Vale la pena leer el libro y empezar a practicar idiomas.


La cita de Rugaas la he copiado de la traducción que C. Rojas ha publicado en la web 
de la FAPA, tomando como fuente un resumen que está en la propia página de Rugaas.

lunes, 17 de octubre de 2011

Cumpleaños

Hoy Sirio cumple un año. Bueno, un año aproximadamente. Ya he contado aquí cómo nos encontramos y cómo se calculó su fecha de nacimiento. El caso es que en su pasaporte perruno dice 17 de octubre de 2010, así que hoy es su cumpleaños.

Lo hemos celebrado con un largo paseo por la playa esta mañana. A la hora de comer, le mezclaré con el pienso una latita de atún, que es lo que más le gusta del mundo. Él no sabrá que es por su cumpleaños, pero nosotros sí.

Es costumbre, en fechas señaladas, hacer balance. Y en nuestro caso, el balance es francamente positivo. Es verdad que criar un cachorro acarrea un montón de problemas y de preocupaciones, que a veces se pone muy pesado o desobediente, que da trabajo y gastos. Pero, a pesar de todo, ya no sabríamos vivir sin que nos despertase por la mañana, sin su presencia diaria, sin la alegría con que nos recibe al volver a casa.

Hay gente que dice que quiere a su perro como a un hijo. Yo nunca lo diría, creo que son amores distintos. Por eso me alegro de haber tenido la oportunidad de experimentar una clase de vínculo que no conocía y que es tan satisfactorio y tan enriquecedor.

Sirio no es mi hijo, ni mi hermano, ni mi amigo. Sirio es mi perro. Y eso es tan hermoso en sí mismo que no necesito que sea ninguna otra cosa.

Pues eso, que feliz cumpleaños, colega.

sábado, 15 de octubre de 2011

Esterilización, II

Quien haya leído la primera entrada sobre esterilización, conoce cuáles fueron los argumentos y las razones que pesaron en mi balanza a la hora de decidir. También puede imaginar que me incliné claramente a favor de la esterilización.

Todo ese proceso previo es, en mi opinión, necesario. Si uno aspira a ser persona ética, tiene que tener en cuenta no solamente lo que hace, sino también por qué lo hace.

Creo que a una decisión importante hay que darle todas las vueltas del mundo antes de tomarla. Después, una vez decidido, ni una vuelta más, sería inútil y contraproducente. ¿Te has informado, lo has pensado y has decidido valorando todos los factores? Entonces, adelante. Es el momento de dejar de pensar y de ponerse a actuar.

En mi caso, actuar significaba en primer lugar convencer a Marco. La mayoría de los hombres, al menos de los que conozco, tienen un rechazo atávico a la idea de "castración". Cuando se menciona, la expresión de su cara se parece a la de alguien que está oyendo el chirrido de la tiza contra una pizarra. Supongo que, en esa actitud, influye el gran valor que ellos dan a eso llamado hombría. También influye que las mujeres estamos más acostumbradas a ocuparnos del control de la natalidad, por la cuenta que nos tiene.

Marco es un hombre inteligente, culto y ético. Estaba segura de que, si le exponía mis argumentos, me daría la razón. Sin embargo, yo necesitaba algo más. Necesitaba que estuviese de acuerdo también emocionalmente, que esterilizar a Sirio fuese una decisión de los dos. Hasta tal punto me parecía importante que le dije: "si tú no quieres, no se hace". No era eludir mi responsibilidad, era darle el derecho de veto que le correspondía. Al fin y al cabo, es nuestro perro, suyo y mío.

Como esperaba, Marco estuvo de acuerdo. Ahora venía la segunda parte, el ponerlo en práctica. Consulté a la veterinaria para que me dijese cuándo era el momento oportuno y me dijo que lo mejor era intervenirlo con ocho o nueve meses, cuando Sirio hubiese alcanzado el tamaño que tendría de adulto.

Concertamos una fecha. A las diez de la mañana dejé al perro en la clínica. Le pusieron una inyección y en un momento se quedó como atontado. Se lo llevaron dentro y ni siquiera lloriqueó.

Me marché preocupada, claro. No me gustaba la idea de que Sirio estuviese sufriendo, pero la verdad es que no se enteró de nada. A las doce me llamó la veterinaria para decirme que todo había ido bien y que podía recogerlo dentro de una hora. A la una estábamos allí Marco y yo, puntuales como relojes. Se me cayó el alma a los pies cuando vi al animalito agachado, intentando andar hacia mí. Lo cogimos en brazos y lo llevamos al coche.

Toda la tarde estuvo adormilado y la noche la pasó tranquilo. Lo peor fue la mañana del día siguiente. Quería andar y no podía, sólo arrastraba los cuartos traseros por el suelo. Me miraba y gemía. Yo veía en esos ojos quejas que no estaban allí, reproches que no podía hacerme porque él no sabía que su incomodidad era consecuencia de mi decisión. Pero yo sí lo sabía. En esos momentos, tengo que confesar que me arrepentí, me sentía fatal por haberle hecho daño.

Sin embargo, a partir de la hora de comer, volvió a ser el perro feliz y travieso de siempre. Recuerdo muy bien la alegría que me dio verlo subir corriendo las escaleras, con la pelota en la boca y moviendo el rabo.

Dicen que los perros cambian de carácter, que se vuelven más tranquilos y que engordan. Nada de eso le ha pasado a Sirio. Es el mismo loco de antes y no ha ganado ni un gramo. Quizá está algo más fuerte, pero eso es de la edad.

Así que, después de pasada la experiencia, tengo que decir que ha sido una buena decisión. Aparte del mal rato, breve, del postoperatorio, todo ha ido de maravilla. Y tengo la tranquilidad de que le hemos dado una vida mejor a nuestro perro y de que hemos actuado como dueños responsables.

Piénsalo. Piénsalo bien.Y después de pensarlo, actúa.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Durmiendo con tu enemigo

Leo, a través de un tweet de Fátima Tavares, una entrevista que publica Noticias 24 sobre los peligros de dormir con tu perro o de dejar que te lama la cara. Como a Fátima, me parece una exageración.

Por supuesto, yo nunca dejaría que me lamiese la cara un perro desconocido, sin saber si está limpio y sano. Pero eso no tiene nada que ver con los perros que viven en nuestra casa, a los que bañamos, cepillamos, alimentamos bien, desparasitamos y vacunamos.

Sin embargo, resulta que los que dan esos consejos en la entrevista, al parecer, son veterinarios. Y como no soy tan atrevida como para llevar la contraria a un especialista en su propio campo, me he puesto a buscar información.

Según un informe elaborado por profesores de zoonosis de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de California y publicado en la revista norteamericana Emerging Infectious Diseases, entre las infecciones transmitidas a las personas por dormir con su perro o su gato, por besarlos o por recibir lametones, se encuentran el anquilosotoma, la tiña, los nemátodos, la enfermedad del arañazo de gato y las infecciones por estafilococo resistentes a los medicamentos.

Pero el propio doctor Bruno Chomel, uno de los autores del estudio, reconoce que el riesgo es bajo. El número de casos es muy pequeño, teniendo en cuenta la gran cantidad de personas que duermen con sus mascotas, más de la mitad de los propietarios en Estados Unidos.

Por otra parte, según el doctor Peter Rabonowitz, de la Facultad de Medicina de Yale, los beneficios para la salud de tener una mascota superan de lejos a los riesgos. Las investigaciones han demostrado que, además de ofrecer apoyo psicológico y amistad, las mascotas ayudan a reducir la presión arterial, incrementan la actividad física, reducen el estrés y mejoran el estado de ánimo, entre otras cosas.

Señala Rabonowitz que las personas cuyo sistema inmunitario está debilitado (enfermos de SIDA o cáncer, ancianos, niños pequeños...) corren un riesgo mayor de adquirir una infección de un animal. También hay mascotas que pueden transmitir enfermedades con más facilidad, como cachorros o perros que tengan diarrea.

Recomienda hábitos higiénicos saludables, como lavarse las manos después de jugar con mascotas y antes de tocar comida. También es importante mantener a las mascotas libres de pulgas, garrapatas y gusanos, así como llevar el control veterinario adecuado.

Nosotros no dormimos en la cama con Sirio, él tiene su propia colchoneta en nuestra habitación. Pero como yo madrugo más que Marco, saco a Sirio a orinar a primera hora. Cuando vuelve a casa, se sube a la cama y se vuelve a domir con su dueño hasta que se levanta. A los dos les gusta y no veo por qué no van a poder hacerlo.

También es un placer para mí, cuando me tumbo a leer, tener a Sirio echado a mi lado, al alcance de la mano. No me gustaría renunciar a esos ratos. Yo creo que cualquier opción es buena, siempre que tú tengas el control, es decir, siempre que se baje de la cama cuando le digas "baja".

Y si te preocupan las teorías sobre los machos alfa y temes que el perro se vuelva dominante, te recomiendo este estupendo artículo de Rodrigo Trigosso, Durmiendo con el enemigo. De él tomo el título de esta entrada.

En definitiva, puede que haya algún riesgo, pero al final cada uno debe valorar si le compensa comparado con los beneficios. Incluso dormir con tu pareja puede ser arriesgado. Quien no lo crea, tiene referencias a un estudio al respecto aquí.

Y es que, como todos sabemos, vivir mata.

lunes, 10 de octubre de 2011

Esterilización I

Había que tomar una decisión. No era urgente, pero sí importante. Pasé varios meses leyendo toda información disponible sobre la esterilización de perros. Me preocupaban poco los aspectos prácticos y mucho las cuestiones éticas. Al fin y al cabo, por más eufemismos que se utilicen, el hecho es que estamos hablando de mutilar a un animal. Hay que tener buenas razones para hacerlo.

Está claro que un perro no es una persona. Ni va a echar de menos sus órganos reproductivos, ni se va a sentir disminuido por no tenerlos, ni va a pasar vergüenza ante sus congéneres. Todo eso son cosas humanas. Él, sencillamente, no se va a enterar.

Sin embargo, yo sí soy una persona. Y como persona, tengo criterios morales, prejuicios, raciocinio y muchas otras cosas que mi perro, no sé si por suerte o por desgracia, no tiene. Por eso soy responsable del animal y por eso debo decidir. Y también por eso me irrita bastante la gente que, cuando sale el tema, te suelta eso de "¿le has preguntado a él?", con una sonrisita.

No puedo preguntarle a él, ojalá fuera posible delegar una parte de la responsabilidad. Pero es toda mía. Me toca a mí estudiar la cuestión y actuar de la mejor manera posible.

Por supuesto, el argumento de que siempre se ha castrado a los animales domésticos ni siquiera lo considero. Sería muy largo exponer todas las barbaridades o tonterías que se justifican a base de tradición y de sabiduría popular. Seguro que a todo el mundo se le ocurren unas cuantas.

Tampoco me vale eso de que le evitas el riesgo de cáncer de testículos (o de ovarios y útero, si es hembra). Eso es como si yo me extirpo el apéndice sano para evitar el riesgo de apendicitis.

Ni siquiera es un argumento válido para mí que el perro se escapa menos, marca menos y se vuelve más tranquilo. Me niego a intentar cambiar el carácter de mi perro a base de cirugía. Si a alguien le molesta que un perro haga cosas de perro, es mejor que se compre uno de peluche. Por supuesto, si tiene problemas de agresividad ligada al sexo, puede ser una solución, pero este no es el caso.

Sólo encuentro dos motivos legítimos, uno que afecta directamente al perro y otro que se refiere a nuestra responsabilidad como dueños.

El primero es que el perro sufre cuando hay una perra en celo cerca y no puede salir a buscarla. Sufre mucho. Llora, se pone nervioso y deja de comer. Si no vas a dejarlo ir, es mejor que le evites esa ansiedad.

El segundo es la cantidad de cachorros no deseados que se abandonan en todas partes. De hecho, Sirio era uno de ellos cuando lo recogimos y probablemente, si no se hubiese cruzado en nuestro camino, ya lo habrían sacrificado. Nuestra obligación como humanos es evitarlo en la medida de lo posible. Más todavía en nuestro caso, con un perro sin raza cuyos hijos tendrían muy difícil encontrar quien los adoptase.

Por otra parte, está el hecho de que la mayoría de veterinarios y de personas que trabajan con animales lo recomiendan. Mucha gente me ha dicho que los veterinarios lo hacen para ganar dinero, pero yo no lo creo. Puede que alguno haya, como en todas las profesiones, que se salte la ética a su conveniencia, pero en ningún caso será la mayoría.

En resumen, la balanza ha quedado así:

Argumentos a favor:
- Bienestar del perro, ya que no vamos a cruzarlo.
- Responsabilidad ante la proliferación de camadas no deseadas.
- Recomendación general de veterinarios.

Argumentos en contra:
- Es una amputación y, por tanto, afecta a la integridad física del perro.

Estas fueron mis conclusiones. Seguiré en otra entrada, que esta ha quedado muy larga.


viernes, 7 de octubre de 2011

Pipís y popós, II

Es muy útil entender la manera en que el perro aprende dónde orinar y dónde no. El problema viene cuando nos ponemos a aplicarlo en la práctica.

Lo ideal es estar preparado cuando el cachorro llegue, tener previsto el plan que vamos a seguir y dejar las cosas claras desde el principio. Y para eso son muy recomendables las indicaciones de Ian Dunbar en Un cachorro en casa. Él utiliza la jaula o transportín para controlar los intentos, de manera que el perro tenga éxito la mayoría de las veces y se equivoque lo menos posible. No tengo experiencia en el uso de esa técnica, pero seguro que funciona muy bien.

El caso es que nuestra situación no fue la ideal. Sirio llegó a casa inesperadamente, como he contado aquí y aquí, así que hubo que improvisar. En el utilísimo blog Perros Beagle, Adfer indica la frecuencia con que un perro tiene que hacer sus necesidades, según su edad:
Hasta 8 semanas: 12 salidas
De 8 a 14 semanas: 10 salidas
De 14 a 22 semanas: 8 salidas
De 22 a 32 semanas: 6 salidas
Edad adulta: 4 salidas
Yo creía que, cuando el perro fuese adulto, con sacarlo un par de veces sería suficiente. Conozco perros que aguantan doce horas sin problemas aparentes. Claro que, pensándolo bien, a mí no me gustaría tener que apurar mis posibilidades de aguantar hasta el límite. Supongo que, si me obligasen, podría sobrevivir con tres veces al día, pero sería un suplicio. Y como no quiero hacer pasar esos suplicios a Sirio sin necesidad, ahora que ya tiene casi un año, lo saco cuatro veces al día. Si coincide con el paseo, estupendo. Si no, lo bajo a la calle cinco o diez minutos cuando toca.

Sin embargo, con tres meses que tenía cuando lo recogimos, necesitaba orinar unas ocho veces al día y no veíamos la manera de sacarlo tanto. Ahí cometimos el primer error: dejarle evacuar en la terraza. Enseguida aprendió la diferencia entre "casa" y "terraza". Cuanto tenía ganas, salía. Todo perfecto. Pero no contábamos con el latazo de tener que estar constantemente limpiando la terraza con la manguera. A las dos semanas estábamos hartos. La conclusión fue que era más sencillo bajarlo ocho veces a la calle que mantener limpia la terraza.

Y ahí vino el problema, al cambiar las normas. Donde antes era "casa no, terraza sí, calle sí", ahora era "casa no, terraza no, calle sí". Sirio estaba hecho un lío, no entendía nada. Todavía hoy me gustaría poder pedirle perdón por haber sido tan poco coherente.

Aun así, aprendió. Es increible lo flexible que puede ser un perro. Casi sin darnos cuenta, los errores se redujeron al mínimo, hasta desaparecer del todo. A los cinco meses, tenía uno o dos "accidentes" a la semana. Ahora, con once meses, aguanta lo que le echen. Y el pobre, un par de días que estuvo con diarrea, salía a la terraza por la noche para no despertarnos y no hacérselo dentro de casa. ¿Alguien puede creerse que me daba ternura ver las plastas por la mañana? Limpiarlas no tanto, claro.

No todo el mundo tiene la misma disponibilidad de tiempo, naturalmente. Pero, en la medida de lo posible, creo que debemos tener claro desde el principio dónde queremos que el perro haga sus necesidades y enseñárselo, sin hacer cambios más tarde. Es posible variar los criterios y él lo aprenderá, pero el proceso será más lento y difícil.

miércoles, 5 de octubre de 2011

¿Dominancia?

En doogweb veo un enlace a un artículo de Science Daily sobre la validez de la teoría de la dominancia. Me parece tan interesante que me he puesto a traducirlo. Si hay errores, son míos.  

Usar la "dominancia" para explicar el comportamiento del perro está anticuado

Science Daily (25 de mayo de 2009).- Un nuevo estudio muestra cómo el comportamiento de los perros ha sido mal entendido durante generaciones. De hecho, el uso de ideas inadecuadas sobre el comportamiento y adiestramiento de perros puede causar conductas inadecuadas, más que evitarlas. Los descubrimientos desafían muchas de las interpretaciones del comportamiento y técnicas de adiestramiento basadas en la dominancia por parte de los actuales entrenadores de perros de la televisión.

En contra de la creencia popular, los perros agresivos no están intentando hacer valer su dominancia sobre la manada canina o humana, según los resultados de la investigación publicada por profesores del Departamento de Ciencias Clínicas Veterinarias de la Universidad de Bristol en la revista Journal of Veterinary Behavior. Clinical Applications and Research.

Los investigadores pasaron seis meses estudiando a perros que interactuaban libremente en un centro de acogida de Dogs Trust y reanalizando los datos procedentes de estudios sobre perros salvajes, antes de concluir que las relaciones individuales entre perros son aprendidas a través de la experiencia, más que motivadas por un deseo de afirmar su "dominancia".

El estudio muestra que los perros no actúan motivados por mantener su lugar en la jerarquía de la manada, como predican muchos famosos adiestradores de perros.

Lejos de ser útil –dicen los investigadores- el enfoque del adiestramiento orientado a reducir la dominancia varía entre ser inútil en el tratamiento y ser realmente peligroso, hasta el punto de empeorar los comportamientos.

Enseñar a los dueños a comer antes que su perro o a pasar por las puertas primero no influirá en la percepción general que el perro tiene de la relación, solamente le enseña qué puede esperar en esas situaciones específicas. Mucho peor, las técnicas como inmovilizarlo en el suelo, agarrarle el cuello o asustarle con ruidos provocarán ansiedad en el perro, a menudo referida a su dueño, y pueden conducir a una escalada de agresión.

La doctora Rachel Casey, profesora adjunta de Comportamiento de Animales de Compañía y Protección de la Universidad de Bristol, dice: "La idea general de que todos los perros están motivados por algún deseo innato de controlar a la gente y a otros perros es francamente ridícula. Subestima completamente las complejas habilidades de comunicación y apredizaje de los perros. También conduce al uso de técnicas de adiestramiento coercitivas, que comprometen el bienestar y causan problemas de comportamiento".

"En nuestros casos clínicos, vemos muy a menudo perros que han aprendido a mostrarse agresivos para evitar el castigo anticipado. Los dueños suelen horrorizarse cuando les explicamos que sus perros les tienen miedo y les agreden a causa de las técnicas que han usado. Pero no es culpa suya, sino que les han aconsejado que lo hagan o han visto "etólogos" sin cualificar recomendando esas técnicas en televisión".

En Dogs Trust, la mayor organización para la protección de los perros en el Reino Unido, el personal del centro de adopción comprueba constantemente los resultados de un entrenamiento equivocado. El Director Veterinario, Chris Laurence, añade: "Cuando un perro llega a nosotros, podemos decir si ha sido sometido a técnicas para reducir la dominancia, tan apreciadas por los entrenadores de la tele. Son muy miedosos, lo que puede llevarles a agredir a la gente".

"Desgraciadamente, muchas técnicas utilizadas para enseñarle a un perro que su dueño es el lider de la manada son contraproducentes. No conseguirás un perro que se comporte mejor, pero es posible que acabes con un perro tan miedoso que ha suprimido todo su comportamiento natural y no hará absolutamente nada, o bien con un perro tan agresivo que es peligroso estar cerca".

Referencia:
John W.S., Bradshaw , Emily J., Blackwell , Rachel A., Casey. "Dominance in domestic dogs -- useful construct or bad habit?", Journal of Veterinary Behavior: Clinical Applications and Research, Mayo/junio de 2009, páginas 135-144.

El artículo en Science Daily

viernes, 30 de septiembre de 2011

La voz de su amo

Los más jóvenes no sabrán de qué va esto. Ni siquiera yo, que ya voy siendo veterana, puedo dar datos ni detalles. Sólo recuerdo que, en muchos de los discos de vinilo de mi abuelo, aparecía esa etiqueta con la imagen de un perro escuchando un gramófono y la leyenda La voz de su amo. A mí me sabe a infancia y me trae olores de papel crujiente y sonidos de música clásica, baladas francesas y aires latinos.

Y resulta que ahora, tantos años después y gracias a San Google, me entero de que el perro de los discos se llamaba Nipper y de que hay una calle en Kingston que lleva su nombre.

Nipper nació en Bristol en 1884 y murió en septiembre de 1895, once años después. Era un cruce de Bull Terrier y Fox Terrier. Al parecer, se llamaba Nipper ("mordisqueador") porque tenía la costumbre de morder las pantorrillas de las visitas.

Al morir su dueño, Mark Henry Barraud, en 1887, el perro quedó al cuidado de sus hermanos Philip y Francis. En el estudio de Francis Barraud, Nipper solía escuchar atentamente un viejo fonógrafo. Un día se le ocurrió a Barraud que el perro debía estar esperando oír la voz de su amo. Esto le inspiró un cuadro de Nipper y el fonógrafo, que se tituló asi, His master's voice.

La Gramophone Co. Ldt. de Londres se declaró interesada por la pintura, siempre que Barraud sustituyese el fonógrafo por el nuevo gramófono que fabricaba la compañía. Así lo hizo Barraud, que vendió el cuadro y el eslogan La voz de su amo por cien libras esterlinas, el 4 de octubre de 1899. En enero de 1900, la famosa imagen apareció por primera vez en la publicidad de la empresa y acabó convirtiéndose en la marca registrada de HMV Records y  tiendas de música HMV.

Nipper fue sepultado en Kingston, en un pequeño parque rodeado de magnolios. Años después se construyó un edificio sobre el parque. En la puerta puede verse una placa de bronce que conmemora al famoso terrier. En marzo de 2010, se le dedicó una calle cercana, Nipper Alley.

Más información:

jueves, 29 de septiembre de 2011

Pipís y Popós, I

Estoy convencida de que el principal problema de todos los dueños novatos, cuando llega el cachorro a su casa, es enseñarle a orinar y evacuar en el lugar adecuado. Si uno se da una vuelta por los blogs y por los foros que tratan de perros, los encontrará llenos de preguntas angustiadas y de peticiones de ayuda urgente sobre pipís y popós. Y es que es francamente desesperante.

Ahora que Sirio tiene ya casi un año, puedo contar mi experiencia con un poco de perspectiva. Y lo primero que me gustaría asegurar a quienes estén pasando esa etapa es que aprenderá. Todos aprenden. Puede que tu perro nunca sepa echarse a la orden o que jamás consigas que deje de tirar de la correa. Pero, salvo que tengan algún problema de salud, todos aprenden a orinar donde deben más tarde o más temprano. Créeme. Aunque ahora te parezca imposible.

Tengo intención de escribir más entradas sobre este asunto, quizá porque cuando estaba sufriendo el problema me volvía loca buscando un consejo o una solución y me gustaría poner mi escasa experiencia y mis no tan escasas lecturas a disposición de otros. Pero hoy sólo voy a intentar responder a la pregunta que siempre nos hacemos cuando encontramos un regalito en la alfombra: ¿por qué?

Y para eso, como para muchas otras cosas, me remitiré al libro de Jean Donaldson El choque de culturas. No he encontrado un análisis mejor. 
La razón por la que los propietarios se bloquean en el proceso de adiestramiento de sus perros para ser limpios en casa es que les resulta extremadamente obvio que el juego se reduce a la discriminación entre "dentro de casa" y "fuera de casa". 
En efecto, nos parece obvio. Pero no lo es tanto para el perro, él no tiene tan claro que el terreno vedado lo marcan las paredes y el techo. Todos los detalles del contexto son importantes. Se fija mucho, por ejemplo, en la textura del suelo. Hace poco me encontré una vecina que se había quedado con la bóxer de su hijo durante las vacaciones. Se quejaba de que tenía que recorrer un largo trecho hasta encontrar un trozo de césped para que la perra pudiese orinar. Su hijo la había acostumbrado a llevarla a un jardincillo cercano a su casa y la pobre no era capaz de hacerlo en ningún otro sitio: ni asfalto, ni gravilla, ni tierra. Tenía que ser hierba. 
Los dueños también dan por hecho que los perros pueden aprender lo que está bien y lo que está mal, cuando lo que de verdad aprende el perro es lo que es seguro y lo que es peligroso. Cuando un perro está aprendiendo cómo "funciona" el mundo, hay que encajar muchas piezas en el puzzle. Veamos un caso típico de adiestramiento para ser limpio en casa: los doce primeros intentos de Max, un perro recién llegado a casa, para hacer pis: 

1.- Pis en el hall. Contexto: alfombra, amo ausente. Consecuencias: alivio.
2.- Pis en la sala. Contexto: moqueta, amo presente. Consecuencias: alaridos y reprimenda.
3.- Pis en el jardín. Contexto: hierba, amo presente. Consecuencias: alivio, alegría, galleta.
4.- Pis en la sala. Contexto: moqueta, amo presente. Consecuencias: alaridos y reprimenda.
5.- Pis en el hall. Contexto: alfombra, amo presente. Consecuencias: alaridos y reprimenda.
6.- Salida al jardín sin pis. Contexto: hierba, amo presente. Consecuencias: vuelta a casa.
7.- Pis en el jardín. Contexto: hierba, amo ausente. Consecuencias: alivio.
8.- Pis en la habitación. Contexto: moqueta, amo presente. Consecuencias: alaridos y reprimenda.
9.- Pis en el comedor. Contexto: bajo la mesa, amo ausente. Consecuencias: alivio.
10.- Pis en el comedor. Contexto: alfombra, amo presente. Consecuencias: alaridos y reprimenda.
11.- Salida al jardín sin pis. Contexto: hierba, amo presente. Consecuencias: vuelta a casa.
12.- Pis en la planta baja. Contexto: sofá, amo ausente. Consecuencias: alivio.

Desde el punto de vista del amo, sólo se han cometido tres fallos: el primero en el hall, el segundo debajo de la mesa del comedor y el tercero en la planta baja. En todos los demás intentos se descubrió al perro en pleno acto y se le castigó, o bien hizo sus necesidades en el lugar deseado, el jardín.
Pero, ¿qué ha aprendido el perro? Es posible que el perro esté aprendiendo que los lugares cerrados son peligrosos y que la hierba es segura. Es posible que el perro también esté aprendiendo que las habitaciones y salas de estar son peligrosas, que los comedores también lo son, a menos que estés debajo de la mesa, y que la hierba, los sofás y la planta baja son, hasta la fecha, lugares seguros. Lo que sí está claro es que nunca es peligroso cuando el amo está ausente y que hay peligro en la mitad de los casos en los que el amo está presente.

¿Que harías si fueras Max? Aguantarte cuando tu amo esté presente, por si acaso. En cuanto se despiste, aprovechar para ir a orinar a la planta baja, que parece segura.

¿Qué necesita Max para aprender? Más antecedentes, más datos. Con los doce intentos de la tabla no tiene suficiente información.

Donaldson da dos reglas fundamentales:

1.- Supervisar e informar al perro todas y cada una de las veces que hace sus necesidades.

2.- Hacer todo lo posible para que la mayoría de las veces las haga en el lugar adecuado y en tu presencia, para poder premiarlo en el instante preciso. En consecuencia, hay que evitar los accidentes dentro de casa e interrumpirlos también en el momento preciso.

Según vayan pasando los días, en lugar de las doce experiencias iniciales, Max tendrá cientos de intentos en su haber. Así podrá deducir cuál es el lugar seguro cada vez con mayor acierto y cometerá menos errores. El hábito hará el resto.


Imagen: Zoomar

sábado, 24 de septiembre de 2011

El lobo feroz


Cuando estaba leyendo la serie de entradas sobre la historia del perro que ha publicado Sobre perros, recordé una conversación que tuve hace tiempo con un amigo, acerca de las diferencias entre los genomas del perro y del lobo. Siempre me ha interesado la biología en general y la evolución en particular. Y ahora que tengo perro, tiendo a buscar información sobre esas disciplinas aplicadas a esta especie en concreto.

Mi memoria deja mucho que desear, pero creo recordar que mi amigo decía que la denominación Canis familiaris se había abandonado en favor de Canis lupus familiaris; es decir, el perro había dejado de considerarse especie para pasar a subespecie. La base de este cambio serían los estudios genéticos recientes, que muestran que la diferencia genética entre uno y otro no es bastante para considerarlos especies distintas.

Sobre perros me confirma que es así. Resulta asombroso si pensamos en la disparidad de aspecto entre un lobo y un pequinés, por ejemplo. Pero resulta aún más asombroso comprobar cómo la domesticación y la crianza selectiva pueden funcionar de la misma manera en otros cánidos. En este sentido, el experimento de Belyaev es un ejemplo que da mucho que pensar. Así lo explica Richard Dawkins en El cuento del antepasado:
D.K. Belyaev y sus colegas capturaron unos cuantos zorros plateados, Vulpes vulpes, y emprendieron un plan de cría sistemático encaminado a la obtención de ejemplares dóciles. El éxito fue espectacular. Al cabo de 20 años de aparear los ejemplares más mansos de cada generación, Belayev había conseguido producir zorros que se comportaban como perros ovejeros, buscaban en todo momento la compañía del hombre y meneaban la cola cuando alguien se les acercaba. No tiene nada de extraño, aunque la rapidez de proceso puede llamar la atención.

Más inesperados fueron los efectos secundarios de la selección encaminada a la domesticación. Los zorros domesticados genéticamente tenían no sólo el comportamiento, sino también el aspecto de un perro ovejero. El pelaje se les volvió blanco y negro y la cara parcial o completamente blanca y, en lugar de las características orejas puntiagudas de los zorros salvajes, desarrollaron unas "simpáticas" orejas gachas.
¿Será por eso que la cara de un lobo nos resulta feroz, mientras que la cara de un perro pastor nos parece amistosa? ¿Conservaremos algún tipo de intuición atávica que nos hace relacionar el aspecto de un animal con su mansedumbre?

Dawkins hace una conjetura:
Algunos experimentos han demostrado que los perros domésticos son más hábiles que los lobos a la hora de leer nuestras expresiones facciales. Quizá sea una consecuencia involuntaria de nuestra coevolución mutualista a lo largo de muchas generaciones. También nosotros leemos las caras de los perros, cuyas expresiones se han ido haciendo más humanas que las de los lobos, debido a nuestra selección involuntaria.




Más información sobre el experimento de Belyaev: Experimento con zorros sobre domesticación y evolución.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Septiembre





Se han ido los veraneantes. Hemos recuperado la playa, los atardeceres y las carreras de Sirio persiguiendo gaviotas, haciendo agujeros y poniéndose perdido.





Estamos cansados, sudorosos, felices. Marco me pone una cerveza, mientras Sirio ronca a mis pies. El cielo debe ser algo parecido a esto.







Nota.- Somos unos delincuentes. Nos podemos ganar una multa por soltar el perro por la playa, aunque esté vacía. Pero, ¡qué placer! Y el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Mi perro irá encantado a recogerla. Vamos, que lo está deseando.

martes, 20 de septiembre de 2011

Amateur

El diccionario de la RAE define amateur como sinónimo de aficionado. Lo mismo significa en francés, su lengua de origen. Sin embargo, la palabra deriva del verbo aimer, "amar" e inicialmente quería decir celui qui aime, "el que ama". Es fácil suponer cómo pasó a utilizarse para denominar a las personas que se dedican a algo simplemente porque les gusta, sin ánimo de obtener beneficios. Por amor.

¿Y a qué viene todo este rollo etimológico? Pues a que, en materia de perros, me considero precisamente eso: una amateur, una persona que no es experta en ellos, pero que los ama. Y eso, que parece muy hermoso, es también un inconveniente.

Cuando uno decide educar o adiestrar a su perro por sí mismo, por mucho que intente documentarse y seguir los consejos de los que saben, comete errores. Bastantes errores. Eso es natural cuando se está aprendiendo, pero hay que tener en cuenta que quien los sufre es el alumno. Después de sólo nueve meses de experiencia, es increible la cantidad de cosas que habría hecho de forma distinta si pudiese volver a empezar. ¡Y lo que me queda de meter la pata! No quiero ni pensarlo.

Creo que quizá lo más difícil a la hora de adiestrar es el famoso "timing", el reforzar en el momento oportuno. Parece sencillo al principio, pero con el tiempo me estoy dando cuenta de que no lo hago muy bien. El clicker ayuda, es cierto, pero con clicker o sin él, lo que importa ser rápido, tener reflejos, anticiparse y saber "leer" al perro. Me temo que son cualidades que no tengo, aunque no me rindo. Estoy convencida de que mejoraré con la práctica. Lo malo es que, mientras mejoro o no mejoro, puedo estar confundiendo a Sirio.

En fin, me consuela que no hay nada irreversible, salvo la socialización de cachorro y de eso Sirio ha tenido bastante. Aprenderemos juntos. Él tiene mucho que enseñarme. Al fin y al cabo, yo soy una adiestradora amateur y él es un perro profesional.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Vacaciones

Uno de los inconvenientes de tener perro es que no puedes llevarlo a todas partes. Y cuando te vas de vacaciones, la cosa se pone peor. Es difícil encontrar hoteles que lo admitan y, en el mejor de los casos, te dejan tenerlo contigo, pero no que se quede solo en la habitación. Eso te limita mucho a la hora de visitar museos o monumentos, entrar en restaurantes, etc. Sirio se queda en el coche muy formalito el tiempo que haga falta, pero en verano es casi imposible aparcar en un sitio fresco y aireado para poder dejarlo allí un par de horas.

Nosotros afortunadamente tenemos quien se quede con Sirio. Su "padrino" Ramón, el que lo recogió de la calle, se ofreció desde el principio a tenerlo en casa con sus dos perros, siempre que tengamos que viajar. Lo que pasa es que nos gusta llevarlo con nosotros. Francamente, lo pasamos mejor si estamos todos juntos.

Estas vacaciones hemos tenido suerte. Teníamos ya planeado pasar quince días en una casa rural que alquilamos con mi familia, en las estribaciones de la Sierra Cebollera. Ni a propósito habríamos escogido un lugar mejor para que Sirio nos acompañase.

Cuando los amigos nos preguntan qué tal las vacaciones, Marco y yo contestamos al unísono: "lo hemos pasado muy bien, pero el que más se ha divertido ha sido el perro". Y es que han sido unos días fantásticos para él.

Hizo enseguida amistad con mi hermano, que es una de esas personas que tiene un don natural para entenderse con los animales. Desde el primer día se lo llevaba por la mañana temprano a hacer eso que ahora se llama "senderismo" y que toda la vida conocimos por "andar por el monte". Agotados llegaban los dos a desayunar y enseguida nos preparábamos todos para alguna excursión.

Sirio se pasaba casi todo el día suelto, correteando delante o detrás de nosotros y buscando olores interesantes. Corría detrás de los caballos y de las vacas, moviendo el rabo e invitándoles a jugar. Para Sirio, cualquier animal de cuatro patas, del tamaño que sea, es un potencial compañero de juegos. Había que ver la cara de decepción cuando comprobaba que las vacas pasaban olímpicamente y seguían pastando como si nada.

Marco y yo disfrutamos muchísimo. No hay nada más hermoso que ver a tu perro correr libre y hacer cosas de perro. Volveremos el año que viene, sin duda.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Tab & Solea

He encontrado un canal en Youtube protagonizado por Tab y su perra Solea. Sus vídeos sobre técnicas de adiestramiento me parecen tan útiles y claros que he decidido subtitular algunos para que puedan disfrutarlos quienes se lleven mal con el inglés.

Pero decidir es una cosa y hacer es otra. No tenía ni idea de cómo empezar a poner subtítulos a un vídeo. Afortunadamente, hay muchas personas que ponen sus conocimientos a disposición de todo el mundo en Internet. Mil gracias a japezoa por su magnífico tutorial de Subtitles Workshop. Sin él, este post no hubiese sido posible. Y esto no es una frase hecha, es literalmente así.

El vídeo que he subtitulado trata sobre cómo adiestrar al perro para que camine contigo sin tirar de la correa. Me ha interesado especialmente porque es un problema que vengo teniendo con Sirio, probablemente por mí culpa. En otro post contaré la colección de errores que cometí.

Pero hoy es un día de inauguración: el canal MarcelaSirio de youtube y la cuenta MarcelaSirio en Twitter. No me atrevo a romper la botella de cava contra la pantalla del PC, todavía no me he vuelto tan loca, pero brindar, lo que se dice brindar, estamos brindando. ¡Salud!

Para ver el vídeo subtitulado, hay que asegurarse de que el botón de la parte inferior derecha que dice "CC" está iluminado en rojo. Si no, se pincha y se selecciona la opción "Activar subtítulos".

Darle alternativas


El perro está aburrido y lleva un buen rato paseando sin rumbo por la casa. Cuidado. Si de repente le da por escarbar en las macetas o por mordisquear las patas de las sillas, no es que haya decidido fastidiarte, aunque lo parezca. Es mucho más sencillo: es que no tiene otra cosa que hacer. Tú estás leyendo, o viendo la televisión, o haciendo la comida, o echando un vistazo a Twitter. Tú tienes mil maneras de entretenerte, pero pretendes que tu perro se quede absorto contemplando el paisaje horas y horas. Parece mucho pedir, ¿no?

Es verdad que un perro, muchas veces, cuando no hay nada que le interese, busca un rincón fresco en verano o templado en invierno, se echa y se duerme. ¡Cuánto envidio esa capacidad de quedarse dormido a voluntad! Sin embargo, sobre todo si el perro es joven como Sirio, necesita actividad. Si no se la das, se la busca. Y lo más probable es que la que encuentre no sea precisamente de tu agrado.

He aprendido, a base de errores, que no basta con decirle "¡No!" con toda la contundencia del mundo cuando te lo encuentras royendo la pintura de la pared. La dejará, pero buscará una alternativa. Hay que estar preparado y dársela.

Nosotros nos hemos hecho con un arsenal de juguetes para morder y procuramos tenerlos a mano. Lo que más le gusta a Sirio son los huesos hechos de tripa o médula –eso dicen, no quiero hacer averiguaciones- que venden en las tiendas de animales. Cada hueso le dura tres o cuatro días. Lo malo es que, según lo va desgarrando, va dejando trozos de una materia blanda y llena de mugre que resultan bastante repugnantes. Sin embargo, a cambio de recoger esas "cosas", tenemos al perro entretenido mucho tiempo.

También sirven los juguetes tipo Kong, que son algo caros pero prácticamente indestructibles, las cuerdas con muchos nudos para que los vaya deshaciendo y, en fin, cualquier artilugio que le permita tener los dientes ocupados.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Comer tranquilos


Estás viendo un partido de fútbol y te sirves una cervecita y un plato de jamón. Se te acerca el perro, se sienta frente a ti, te mira con ojos tiernos y mueve el rabo. Tratas de ignorarlo, pero no puedes olvidarte de que está ahí. Ya no te sabe igual el jamón. Él se da cuenta de que te tiene en sus manos y gime con voz suave, casi humana, mientras ladea la cabeza. Piensas que un día de estos se pondrá a hablar. Lo miras. Estás perdido.

Y entonces te justificas. Al fin y al cabo, siempre come pienso. ¿Qué hay de malo en que alguna vez pruebe algo rico, como un trocito de jamón? Se lo traga en una décima de segundo, se relame y vuelve a sentarse a ver si cae algo más. Vuelta a empezar. Acabas de fabricar un perro pedigüeño.

A los dos días de estar en casa, Sirio se había convertido en una pesadilla durante las comidas. No había forma de que nos dejase en paz. Yo, que acababa de leer un artículo sobre la extinción de la conducta, decidí ignorarlo, hasta que descubrí que era Marco el que me estaba ignorando a mí: le daba de comer a escondidas por debajo de la mesa. No fui capaz de enfadarme cuando vi la cara que ponían los dos, con expresión compungida pero con la risa bailándoles en los ojos. Y es que nunca he servido para sargento.

Probé a darle de comer antes que nosotros. Pensaba que así no tendría hambre y nos dejaría tranquilos. No funcionó. Probé a poner su alfombrita a cierta distancia y llevarle una golosina cada vez que se quedaba allí  unos segundos echado y quieto. Tampoco funcionó, aparte de que era una lata estar levantándome de la mesa constantemente. Probé a darle de comer cuando ya habíamos terminado y, aunque iba un poco mejor, seguía acercándose de vez en cuando. Y lo peor es que Marco le daba trocitos a escondidas otra vez.

Hasta que un día se me ocurrió una idea que parecerá una tontería, pero que solucionó el comportamiento del dueño y del perro. Cuando nos íbamos a sentar a comer, cogí el cuenco de Sirio y lo puse sobre la mesa. Le dije a Marco que, si quería darle algo al perro, lo echase en su cuenco, pero que el perro no podía comer nada hasta que nosotros acabásemos.

Recuerdo que había pollo en salsa. Marco cogía un trocito de pollo, se lo enseñaba a Sirio y, cuando empezaba a acercarse, Marco se lo comía. En cambio, si el perro se quedaba en su sitio, echaba el pollo en el cuenco, exagerando el gesto para que lo viese. Sirio tardó un poco, pero acabó dándose cuenta de que, cuanto menos se acercaba, más pollo había en su cuenco al final de la comida. Lo aprendió tan bien que hace ya meses que se echa tranquilamente a esperar, aunque no pierde de vista el cuenco.

Ya sé que no es lo mejor, que el perro no debería comer de nuestra comida. Pero, como dicen que dijo Voltaire, le mieux est l'ennemi du bien ("lo mejor es enemigo de lo bueno"). Y lo bueno es que comemos en paz, que Marco puede darle algo a Sirio y que nos hemos ahorrado una de esas agotadoras discusiones matrimoniales. Que no es poco.

El puro discurrir de la mañana

En este amanecer
frío y lluvioso
del mes de abril,
con pájaros, con flores,
mientras corres sin rumbo
entre las hierbas húmedas,
sobre las piedras,
por el descampado,
sólo sopla en el aire
una efímera ráfaga. La luz
que yo pronuncio te ilumina. Digo
una palabra y brilla. (Es todo lo que tengo
para saber que es luz). En ella te disuelves
para surgir de nuevo a su estertor,
venir a mí, lamerme, acariciarme.
Tus grandes ojos me interrogan, son
como los míos, me devuelven
el gesto casi humano
de una mirada cómplice,
y no hay ya
muerte, ni angustia, ni dolor, tan sólo
el puro discurrir de la mañana.

Jenaro Talens, A mi perro Yeltsin

martes, 13 de septiembre de 2011

Tira y afloja

Al principio, yo no conocía ese juego, ni imaginaba que tenía un nombre y unas reglas. El que sí lo sabía era Sirio y enseguida intentó enseñarme a jugar.

Como todos los cachorros, cogía cualquier cosa que estuviese a su alcance (una pelota, un calcetín, una zapatilla...). Cuando yo intentaba quitárselo de la boca, se ponía a tirar como si le fuese la vida en ello. Lo extraño era que, si yo lo soltaba, en lugar de marcharse triunfante con su trofeo, volvía y me lo acercaba a la mano. Tardé en entenderlo, los humanos somos tan torpes... Creía que era para entregármelo, pero no. Era para que yo tirase otra vez.

Confieso que me daba un poco de miedo. El cachorrillo adorable se convertía en un loco de ojos desorbitados, que gruñía y agitaba la cabeza. No sabía si sería bueno para él, si estaría fomentando su agresividad.

Pero llegó Jean Donaldson al rescate. Dice, en El choque de culturas
"El juego no convierte al perro en un depredador. Ya lo es. El juego es una válvula de escape".

"En las observaciones que he realizado, nunca he podido establecer una correlación entre jugar habitualmente a tirar de la cuerda y un incremento de los incidentes de agresión. Si alguien da a concer datos fiables y controlados, asumiría de inmediato las medidas oportunas, pero hasta la fecha sólo se ha registrado una actitud que, teniendo en cuenta como se acelera el perro, debe de ser mala. A la gente no le resulta nada fácil presenciar cómo se comporta verdaderamente un perro".

"No se trata de un enfrentamiento entre tú y el perro, sois tú y el perro contra el objeto del que estáis tirando". 
Donaldson da tres reglas imprescindibles para los juegos de forcejeo:

1.- El perro deja el objeto a la orden.
2.- El perro no vuelve a atrapar el objeto hasta que se le invite a ello.
3.- Tolerancia cero en accidentes.

Hay instrucciones detalladas en Es sobre perros. También me han sido muy útiles los consejos que da Rodrigo Trigosso en De Perros para enseñarle a soltar a la orden. Estamos en ello y progresamos.

Por cierto, creo que es bueno tener un juguete para usar solamente en este juego. Así no se pondrá a tirar de todo lo que pille. Los hay estupendos en las tiendas de animales, pero yo prefiero "fabricarlos" en casa, como el de la foto. Compro cuerda gruesa, corto un trozo del tamaño adecuado y le hago unos nudos fuertes. Fácil y económico, que no están los tiempos para despilfarros.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Sit, fuss, platz

Es sorprendente la cantidad de personas que, en un momento dado, le han dicho a Sirio Sit y, cuando mi perro los ha mirado perplejo, me han preguntado: "¿Es que no sabe sentarse?"

Por supuesto, con ese orgullo con que los dueños de perros mostramos sus habilidades, yo contesto inmediatamente: "Pues claro". A continuación, le digo Siéntate. Casi siempre me deja quedar bien. Pone el trasero en el suelo y mueve el rabo. A veces pienso que está presumiendo tanto como yo.

Desde el principio, he intentado dar las órdenes a Sirio en español. Eso sí, tengo buen cuidado de que las palabras no se parezcan. Para que se eche, en lugar de Échate, digo Abajo, que se diferencia mejor de Siéntate. Uso también Ven, Quieto, Suelta y Fuera, esta última cuando se pone pesado y quiero que me deje en paz. Para que no coja cosas del suelo o para que deje tranquilo el cubo de la basura, hago un chasquido, algo como Chssst, que funciona bastante bien.

En realidad, hay tres buenas razones para usar palabras alemanas o inglesas:
  1. Suelen ser cortas y secas, de una sola sílaba. 
  2. Como no forman parte de nuestro idioma, no es probable que las usemos en otro contexto y confundamos al perro. 
  3. Es más fácil que las pronunciemos aisladas y no caigamos en el error de introducirlas en una frase. Nadie en su sano juicio diría: "Sirio, por favor, ya te he dicho tres veces que Sit, caramba".
Pese a todo, prefiero dirigirme a Sirio en español. Será sentimentalismo. La próxima vez que algún enterado le diga Sit, le contestaré que mi perro sabe sentarse. Lo que pasa es que no habla idiomas.

Paciencia

Lo primero, lo más importante, lo que debe grabarse a fuego en la frente todo el que quiera educar a un cachorro, es una palabra muy simple: paciencia.

Como todos los novatos, supongo, yo pretendía que el cachorro aprendiese enseguida a orinar donde debía, a no mordisquear todo lo que encontrase a su alcance, a no robar ropa ni zapatos ni comida, a no clavarme sus dientecitos en la mano, a no subirse a los muebles... Todo eso, más un largo etcétera que cualquiera que haya intentado criar un perro se puede imaginar. ¡Qué ilusa!

Cuando miro atrás, pienso en todas las cosas que Sirio ha asimilado en estos meses y me asombro de su capacidad. Sin embargo, las primeras semanas fueron un calvario de desesperación y frustración. No podía perderlo de vista ni un minuto. Intentaba aplicar a rajatabla todos los buenos consejos que encontraba en libros, artículos, páginas web y foros, pero no veía avances.

Cuando me parecía que Sirio había entendido que el cuarto de estar no era buen sitio para orinar, de repente me encontraba un "regalito" debajo de la mesa. Cuando pensaba que ya conocía la diferencia entre el concepto "calzado" y el concepto "juguete para morder", aparecían mis zapatillas destrozadas en el cuarto de la plancha.

Y luego estaba la plaga de los enterados. El vecino que aseguraba que su perro había aprendido esto o lo otro "en dos días" y me miraba con superioridad, haciéndome pensar que, una de dos, o mi perro era tonto o, lo que es peor, yo misma era idiota de remate. El amigo obsesionado con la disciplina que me acusaba de blanda y vaticinaba problemas de todo tipo si no empezaba a aplicar castigos duros y me dejaba de refuerzos positivos y teorías sobre condicionamiento. El que me decía que me relajase, que un cachorro no puede aprender nada hasta los seis meses. El que afirmaba que ya era tarde, que lo que no le enseñas de pequeñito, de mayor ya no lo asimila...

Si algún desesperado que se encuentra en esa etapa está leyendo esto y diciendo que sí con la cabeza, voy a darle buenas noticias: el perro acaba aprendiendo. Tardará más o menos, depende de muchos factores. Pero, de verdad, aunque parezca imposible, aprenderá. Sólo hay que insistir, ser coherente y no rendirse. Si estás usando un método y te parece que no funciona, inténtalo un poco más. Probablemente sea cuestión de tiempo. Cualquier día de estos, te darás cuenta con sorpresa de que las cosas han empezado a mejorar y de que tu perro y tú estáis en el buen camino.

Paciencia. Esa es la clave de todo.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Nada en la vida es gratis

Nothing in life is free. Así se titula un artículo que Debbie McKean ha colgado en su página y que leo traducido por Fernando Barcel en Proyecto Mascota.


De entrada no me convenció el discurso, porque se basa en la teoría de la dominancia, que en mi opinión ha sido malinterpretada, además de resultar peligrosa en según qué manos y con según qué perros. Sin embargo, si dejamos aparte toda esa parafernalia de líderes alfa, el concepto es muy aprovechable.

Dice McKean:
Como humano y como dueño, tú tienes el control de todas las cosas que son maravillosas en esta vida para tu perro.  Este es el secreto del éxito del programa NELVEG.  Tú controlas todos los recursos.  Jugar, atención, comida, paseos, entrar y salir de la casa, ir a pasear en auto, ir al parque.  Todo lo que tu perro quiere proviene de ti.

Y más adelante:
Para implementar el programa NELVEG sólo tienes que hacer que tu perro se gane el uso de tus recursos.  ¿Tiene hambre?  No hay problema, tan solo tiene que sentarse antes que su plato de comida se coloque sobre el piso.  ¿Quiere jugar a la pelota?  ¡Perfecto! Sólo tiene que echarse antes que la arrojes.  ¿Quiere salir a pasear?  Entonces debe sentarse para que le puedas poner su correa...

El interés de esta técnica se encuentra, para mí, en que aprovecha las situaciones cotidianas para consolidar y generalizar comportamientos que deseamos en nuestro perro. Es un error desperdiciar motivadores tan potentes como salir a la calle o subir al coche. El hecho de que se den pocas veces al día los hace inútiles para una sesión de adiestramiento, pero los convierte en momentos preciosos para practicar las órdenes aprendidas.

Por ejemplo, Sirio, como casi todos los perros, en cuanto me ve coger la correa se vuelve loco de excitación. Baja corriendo las escaleras y, si me paro, sube otra vez a buscarme para animarme a que llegue cuanto antes a la puerta. 

Con la puerta aún cerrada le digo "siéntate". Obedece rápido y a la primera, a pesar de estar nervioso. Sabe que, si no se sienta, no le pondré la correa. Luego abro la puerta y salgo con él a la entrada. Vuelvo a pedirle que se siente antes de ir definitivamente a la calle. Lo mantengo sentado unos diez o quince segundos, mientras miro fuera para ver si hay gente, coches u otros perros. 

Las tentaciones son fuertes para Sirio: olores, un pájaro que pasa, una hoja que mueve el viento, un niño que ríe o corre a lo lejos... Sin embargo, aguanta sentado. Tiene muy claro que, si se levanta antes de que yo diga "vamos", lo haré volver atrás y empezar desde el principio. Estamos usando el principio NELVEG.

Estoy segura de que cualquier dueño de perro, si se pone a pensar, se dará cuenta de la cantidad de cosas que el animal recibe "gratis" cada día. Sería bueno dejar de desperdiciar todas esas oportunidades y empezar a "cobrar".

miércoles, 7 de septiembre de 2011

El primer libro

A los dos días de llegar Sirio, además de un comedero y un bebedero en condiciones, tenía ya mi primer libro sobre perros, Un cachorro en casa, de Ian Dunbar. Se trata de un libro muy completo y ameno, con cientos de consejos útiles, pero me desanimó bastante el hecho de que las primeras ochenta páginas estaban dedicadas a lo que hay que hacer antes de la llegada del cachorro: elegir cuidadosamente la edad, la raza o el criador; disponibilidad de tiempo y espacio; material y accesorios necesarios.... Y un montón de cosas más que Marco y yo ni nos habíamos planteado ni tendríamos ocasión. ¡Sirio estaba ya en casa!

Así que dejé a un lado el libro por el momento y me dediqué a intentar solucionar los problemas que se me estaban planteando cada hora que pasaba. Sin embargo, para los que estén pensando en comprar o adoptar un cachorro, lo recomiendo sinceramente. Se ahorran muchos errores haciendo las cosas bien desde el principio. Cuando es posible, claro.