El perro está aburrido y lleva un buen rato paseando sin
rumbo por la casa. Cuidado. Si de repente le da por escarbar en las macetas o
por mordisquear las patas de las sillas, no es que haya decidido fastidiarte, aunque
lo parezca. Es mucho más sencillo: es que no tiene otra cosa que hacer. Tú estás
leyendo, o viendo la televisión, o haciendo la comida, o echando un vistazo a
Twitter. Tú tienes mil maneras de entretenerte, pero pretendes que tu perro se
quede absorto contemplando el paisaje horas y horas. Parece mucho pedir, ¿no?
Es verdad que un perro, muchas veces, cuando no hay nada que
le interese, busca un rincón fresco en verano o templado en invierno, se echa y
se duerme. ¡Cuánto envidio esa capacidad de quedarse dormido a voluntad! Sin
embargo, sobre todo si el perro es joven como Sirio, necesita actividad. Si no
se la das, se la busca. Y lo más probable es que la que encuentre no sea
precisamente de tu agrado.
He aprendido, a base de errores, que no basta con decirle
"¡No!" con toda la contundencia del mundo cuando te lo encuentras
royendo la pintura de la pared. La dejará, pero buscará una alternativa. Hay
que estar preparado y dársela.
Nosotros nos hemos hecho con un arsenal de juguetes para
morder y procuramos tenerlos a mano. Lo que más le gusta a Sirio son los huesos
hechos de tripa o médula –eso dicen, no quiero hacer averiguaciones- que venden
en las tiendas de animales. Cada hueso le dura tres o cuatro días. Lo malo es
que, según lo va desgarrando, va dejando trozos de una materia blanda y llena
de mugre que resultan bastante repugnantes. Sin embargo, a cambio de recoger
esas "cosas", tenemos al perro entretenido mucho tiempo.
También sirven los juguetes tipo Kong, que son algo caros
pero prácticamente indestructibles, las cuerdas con muchos nudos para que los
vaya deshaciendo y, en fin, cualquier artilugio que le permita tener los
dientes ocupados.
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