viernes, 30 de septiembre de 2011

La voz de su amo

Los más jóvenes no sabrán de qué va esto. Ni siquiera yo, que ya voy siendo veterana, puedo dar datos ni detalles. Sólo recuerdo que, en muchos de los discos de vinilo de mi abuelo, aparecía esa etiqueta con la imagen de un perro escuchando un gramófono y la leyenda La voz de su amo. A mí me sabe a infancia y me trae olores de papel crujiente y sonidos de música clásica, baladas francesas y aires latinos.

Y resulta que ahora, tantos años después y gracias a San Google, me entero de que el perro de los discos se llamaba Nipper y de que hay una calle en Kingston que lleva su nombre.

Nipper nació en Bristol en 1884 y murió en septiembre de 1895, once años después. Era un cruce de Bull Terrier y Fox Terrier. Al parecer, se llamaba Nipper ("mordisqueador") porque tenía la costumbre de morder las pantorrillas de las visitas.

Al morir su dueño, Mark Henry Barraud, en 1887, el perro quedó al cuidado de sus hermanos Philip y Francis. En el estudio de Francis Barraud, Nipper solía escuchar atentamente un viejo fonógrafo. Un día se le ocurrió a Barraud que el perro debía estar esperando oír la voz de su amo. Esto le inspiró un cuadro de Nipper y el fonógrafo, que se tituló asi, His master's voice.

La Gramophone Co. Ldt. de Londres se declaró interesada por la pintura, siempre que Barraud sustituyese el fonógrafo por el nuevo gramófono que fabricaba la compañía. Así lo hizo Barraud, que vendió el cuadro y el eslogan La voz de su amo por cien libras esterlinas, el 4 de octubre de 1899. En enero de 1900, la famosa imagen apareció por primera vez en la publicidad de la empresa y acabó convirtiéndose en la marca registrada de HMV Records y  tiendas de música HMV.

Nipper fue sepultado en Kingston, en un pequeño parque rodeado de magnolios. Años después se construyó un edificio sobre el parque. En la puerta puede verse una placa de bronce que conmemora al famoso terrier. En marzo de 2010, se le dedicó una calle cercana, Nipper Alley.

Más información:

jueves, 29 de septiembre de 2011

Pipís y Popós, I

Estoy convencida de que el principal problema de todos los dueños novatos, cuando llega el cachorro a su casa, es enseñarle a orinar y evacuar en el lugar adecuado. Si uno se da una vuelta por los blogs y por los foros que tratan de perros, los encontrará llenos de preguntas angustiadas y de peticiones de ayuda urgente sobre pipís y popós. Y es que es francamente desesperante.

Ahora que Sirio tiene ya casi un año, puedo contar mi experiencia con un poco de perspectiva. Y lo primero que me gustaría asegurar a quienes estén pasando esa etapa es que aprenderá. Todos aprenden. Puede que tu perro nunca sepa echarse a la orden o que jamás consigas que deje de tirar de la correa. Pero, salvo que tengan algún problema de salud, todos aprenden a orinar donde deben más tarde o más temprano. Créeme. Aunque ahora te parezca imposible.

Tengo intención de escribir más entradas sobre este asunto, quizá porque cuando estaba sufriendo el problema me volvía loca buscando un consejo o una solución y me gustaría poner mi escasa experiencia y mis no tan escasas lecturas a disposición de otros. Pero hoy sólo voy a intentar responder a la pregunta que siempre nos hacemos cuando encontramos un regalito en la alfombra: ¿por qué?

Y para eso, como para muchas otras cosas, me remitiré al libro de Jean Donaldson El choque de culturas. No he encontrado un análisis mejor. 
La razón por la que los propietarios se bloquean en el proceso de adiestramiento de sus perros para ser limpios en casa es que les resulta extremadamente obvio que el juego se reduce a la discriminación entre "dentro de casa" y "fuera de casa". 
En efecto, nos parece obvio. Pero no lo es tanto para el perro, él no tiene tan claro que el terreno vedado lo marcan las paredes y el techo. Todos los detalles del contexto son importantes. Se fija mucho, por ejemplo, en la textura del suelo. Hace poco me encontré una vecina que se había quedado con la bóxer de su hijo durante las vacaciones. Se quejaba de que tenía que recorrer un largo trecho hasta encontrar un trozo de césped para que la perra pudiese orinar. Su hijo la había acostumbrado a llevarla a un jardincillo cercano a su casa y la pobre no era capaz de hacerlo en ningún otro sitio: ni asfalto, ni gravilla, ni tierra. Tenía que ser hierba. 
Los dueños también dan por hecho que los perros pueden aprender lo que está bien y lo que está mal, cuando lo que de verdad aprende el perro es lo que es seguro y lo que es peligroso. Cuando un perro está aprendiendo cómo "funciona" el mundo, hay que encajar muchas piezas en el puzzle. Veamos un caso típico de adiestramiento para ser limpio en casa: los doce primeros intentos de Max, un perro recién llegado a casa, para hacer pis: 

1.- Pis en el hall. Contexto: alfombra, amo ausente. Consecuencias: alivio.
2.- Pis en la sala. Contexto: moqueta, amo presente. Consecuencias: alaridos y reprimenda.
3.- Pis en el jardín. Contexto: hierba, amo presente. Consecuencias: alivio, alegría, galleta.
4.- Pis en la sala. Contexto: moqueta, amo presente. Consecuencias: alaridos y reprimenda.
5.- Pis en el hall. Contexto: alfombra, amo presente. Consecuencias: alaridos y reprimenda.
6.- Salida al jardín sin pis. Contexto: hierba, amo presente. Consecuencias: vuelta a casa.
7.- Pis en el jardín. Contexto: hierba, amo ausente. Consecuencias: alivio.
8.- Pis en la habitación. Contexto: moqueta, amo presente. Consecuencias: alaridos y reprimenda.
9.- Pis en el comedor. Contexto: bajo la mesa, amo ausente. Consecuencias: alivio.
10.- Pis en el comedor. Contexto: alfombra, amo presente. Consecuencias: alaridos y reprimenda.
11.- Salida al jardín sin pis. Contexto: hierba, amo presente. Consecuencias: vuelta a casa.
12.- Pis en la planta baja. Contexto: sofá, amo ausente. Consecuencias: alivio.

Desde el punto de vista del amo, sólo se han cometido tres fallos: el primero en el hall, el segundo debajo de la mesa del comedor y el tercero en la planta baja. En todos los demás intentos se descubrió al perro en pleno acto y se le castigó, o bien hizo sus necesidades en el lugar deseado, el jardín.
Pero, ¿qué ha aprendido el perro? Es posible que el perro esté aprendiendo que los lugares cerrados son peligrosos y que la hierba es segura. Es posible que el perro también esté aprendiendo que las habitaciones y salas de estar son peligrosas, que los comedores también lo son, a menos que estés debajo de la mesa, y que la hierba, los sofás y la planta baja son, hasta la fecha, lugares seguros. Lo que sí está claro es que nunca es peligroso cuando el amo está ausente y que hay peligro en la mitad de los casos en los que el amo está presente.

¿Que harías si fueras Max? Aguantarte cuando tu amo esté presente, por si acaso. En cuanto se despiste, aprovechar para ir a orinar a la planta baja, que parece segura.

¿Qué necesita Max para aprender? Más antecedentes, más datos. Con los doce intentos de la tabla no tiene suficiente información.

Donaldson da dos reglas fundamentales:

1.- Supervisar e informar al perro todas y cada una de las veces que hace sus necesidades.

2.- Hacer todo lo posible para que la mayoría de las veces las haga en el lugar adecuado y en tu presencia, para poder premiarlo en el instante preciso. En consecuencia, hay que evitar los accidentes dentro de casa e interrumpirlos también en el momento preciso.

Según vayan pasando los días, en lugar de las doce experiencias iniciales, Max tendrá cientos de intentos en su haber. Así podrá deducir cuál es el lugar seguro cada vez con mayor acierto y cometerá menos errores. El hábito hará el resto.


Imagen: Zoomar

sábado, 24 de septiembre de 2011

El lobo feroz


Cuando estaba leyendo la serie de entradas sobre la historia del perro que ha publicado Sobre perros, recordé una conversación que tuve hace tiempo con un amigo, acerca de las diferencias entre los genomas del perro y del lobo. Siempre me ha interesado la biología en general y la evolución en particular. Y ahora que tengo perro, tiendo a buscar información sobre esas disciplinas aplicadas a esta especie en concreto.

Mi memoria deja mucho que desear, pero creo recordar que mi amigo decía que la denominación Canis familiaris se había abandonado en favor de Canis lupus familiaris; es decir, el perro había dejado de considerarse especie para pasar a subespecie. La base de este cambio serían los estudios genéticos recientes, que muestran que la diferencia genética entre uno y otro no es bastante para considerarlos especies distintas.

Sobre perros me confirma que es así. Resulta asombroso si pensamos en la disparidad de aspecto entre un lobo y un pequinés, por ejemplo. Pero resulta aún más asombroso comprobar cómo la domesticación y la crianza selectiva pueden funcionar de la misma manera en otros cánidos. En este sentido, el experimento de Belyaev es un ejemplo que da mucho que pensar. Así lo explica Richard Dawkins en El cuento del antepasado:
D.K. Belyaev y sus colegas capturaron unos cuantos zorros plateados, Vulpes vulpes, y emprendieron un plan de cría sistemático encaminado a la obtención de ejemplares dóciles. El éxito fue espectacular. Al cabo de 20 años de aparear los ejemplares más mansos de cada generación, Belayev había conseguido producir zorros que se comportaban como perros ovejeros, buscaban en todo momento la compañía del hombre y meneaban la cola cuando alguien se les acercaba. No tiene nada de extraño, aunque la rapidez de proceso puede llamar la atención.

Más inesperados fueron los efectos secundarios de la selección encaminada a la domesticación. Los zorros domesticados genéticamente tenían no sólo el comportamiento, sino también el aspecto de un perro ovejero. El pelaje se les volvió blanco y negro y la cara parcial o completamente blanca y, en lugar de las características orejas puntiagudas de los zorros salvajes, desarrollaron unas "simpáticas" orejas gachas.
¿Será por eso que la cara de un lobo nos resulta feroz, mientras que la cara de un perro pastor nos parece amistosa? ¿Conservaremos algún tipo de intuición atávica que nos hace relacionar el aspecto de un animal con su mansedumbre?

Dawkins hace una conjetura:
Algunos experimentos han demostrado que los perros domésticos son más hábiles que los lobos a la hora de leer nuestras expresiones facciales. Quizá sea una consecuencia involuntaria de nuestra coevolución mutualista a lo largo de muchas generaciones. También nosotros leemos las caras de los perros, cuyas expresiones se han ido haciendo más humanas que las de los lobos, debido a nuestra selección involuntaria.




Más información sobre el experimento de Belyaev: Experimento con zorros sobre domesticación y evolución.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Septiembre





Se han ido los veraneantes. Hemos recuperado la playa, los atardeceres y las carreras de Sirio persiguiendo gaviotas, haciendo agujeros y poniéndose perdido.





Estamos cansados, sudorosos, felices. Marco me pone una cerveza, mientras Sirio ronca a mis pies. El cielo debe ser algo parecido a esto.







Nota.- Somos unos delincuentes. Nos podemos ganar una multa por soltar el perro por la playa, aunque esté vacía. Pero, ¡qué placer! Y el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Mi perro irá encantado a recogerla. Vamos, que lo está deseando.

martes, 20 de septiembre de 2011

Amateur

El diccionario de la RAE define amateur como sinónimo de aficionado. Lo mismo significa en francés, su lengua de origen. Sin embargo, la palabra deriva del verbo aimer, "amar" e inicialmente quería decir celui qui aime, "el que ama". Es fácil suponer cómo pasó a utilizarse para denominar a las personas que se dedican a algo simplemente porque les gusta, sin ánimo de obtener beneficios. Por amor.

¿Y a qué viene todo este rollo etimológico? Pues a que, en materia de perros, me considero precisamente eso: una amateur, una persona que no es experta en ellos, pero que los ama. Y eso, que parece muy hermoso, es también un inconveniente.

Cuando uno decide educar o adiestrar a su perro por sí mismo, por mucho que intente documentarse y seguir los consejos de los que saben, comete errores. Bastantes errores. Eso es natural cuando se está aprendiendo, pero hay que tener en cuenta que quien los sufre es el alumno. Después de sólo nueve meses de experiencia, es increible la cantidad de cosas que habría hecho de forma distinta si pudiese volver a empezar. ¡Y lo que me queda de meter la pata! No quiero ni pensarlo.

Creo que quizá lo más difícil a la hora de adiestrar es el famoso "timing", el reforzar en el momento oportuno. Parece sencillo al principio, pero con el tiempo me estoy dando cuenta de que no lo hago muy bien. El clicker ayuda, es cierto, pero con clicker o sin él, lo que importa ser rápido, tener reflejos, anticiparse y saber "leer" al perro. Me temo que son cualidades que no tengo, aunque no me rindo. Estoy convencida de que mejoraré con la práctica. Lo malo es que, mientras mejoro o no mejoro, puedo estar confundiendo a Sirio.

En fin, me consuela que no hay nada irreversible, salvo la socialización de cachorro y de eso Sirio ha tenido bastante. Aprenderemos juntos. Él tiene mucho que enseñarme. Al fin y al cabo, yo soy una adiestradora amateur y él es un perro profesional.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Vacaciones

Uno de los inconvenientes de tener perro es que no puedes llevarlo a todas partes. Y cuando te vas de vacaciones, la cosa se pone peor. Es difícil encontrar hoteles que lo admitan y, en el mejor de los casos, te dejan tenerlo contigo, pero no que se quede solo en la habitación. Eso te limita mucho a la hora de visitar museos o monumentos, entrar en restaurantes, etc. Sirio se queda en el coche muy formalito el tiempo que haga falta, pero en verano es casi imposible aparcar en un sitio fresco y aireado para poder dejarlo allí un par de horas.

Nosotros afortunadamente tenemos quien se quede con Sirio. Su "padrino" Ramón, el que lo recogió de la calle, se ofreció desde el principio a tenerlo en casa con sus dos perros, siempre que tengamos que viajar. Lo que pasa es que nos gusta llevarlo con nosotros. Francamente, lo pasamos mejor si estamos todos juntos.

Estas vacaciones hemos tenido suerte. Teníamos ya planeado pasar quince días en una casa rural que alquilamos con mi familia, en las estribaciones de la Sierra Cebollera. Ni a propósito habríamos escogido un lugar mejor para que Sirio nos acompañase.

Cuando los amigos nos preguntan qué tal las vacaciones, Marco y yo contestamos al unísono: "lo hemos pasado muy bien, pero el que más se ha divertido ha sido el perro". Y es que han sido unos días fantásticos para él.

Hizo enseguida amistad con mi hermano, que es una de esas personas que tiene un don natural para entenderse con los animales. Desde el primer día se lo llevaba por la mañana temprano a hacer eso que ahora se llama "senderismo" y que toda la vida conocimos por "andar por el monte". Agotados llegaban los dos a desayunar y enseguida nos preparábamos todos para alguna excursión.

Sirio se pasaba casi todo el día suelto, correteando delante o detrás de nosotros y buscando olores interesantes. Corría detrás de los caballos y de las vacas, moviendo el rabo e invitándoles a jugar. Para Sirio, cualquier animal de cuatro patas, del tamaño que sea, es un potencial compañero de juegos. Había que ver la cara de decepción cuando comprobaba que las vacas pasaban olímpicamente y seguían pastando como si nada.

Marco y yo disfrutamos muchísimo. No hay nada más hermoso que ver a tu perro correr libre y hacer cosas de perro. Volveremos el año que viene, sin duda.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Tab & Solea

He encontrado un canal en Youtube protagonizado por Tab y su perra Solea. Sus vídeos sobre técnicas de adiestramiento me parecen tan útiles y claros que he decidido subtitular algunos para que puedan disfrutarlos quienes se lleven mal con el inglés.

Pero decidir es una cosa y hacer es otra. No tenía ni idea de cómo empezar a poner subtítulos a un vídeo. Afortunadamente, hay muchas personas que ponen sus conocimientos a disposición de todo el mundo en Internet. Mil gracias a japezoa por su magnífico tutorial de Subtitles Workshop. Sin él, este post no hubiese sido posible. Y esto no es una frase hecha, es literalmente así.

El vídeo que he subtitulado trata sobre cómo adiestrar al perro para que camine contigo sin tirar de la correa. Me ha interesado especialmente porque es un problema que vengo teniendo con Sirio, probablemente por mí culpa. En otro post contaré la colección de errores que cometí.

Pero hoy es un día de inauguración: el canal MarcelaSirio de youtube y la cuenta MarcelaSirio en Twitter. No me atrevo a romper la botella de cava contra la pantalla del PC, todavía no me he vuelto tan loca, pero brindar, lo que se dice brindar, estamos brindando. ¡Salud!

Para ver el vídeo subtitulado, hay que asegurarse de que el botón de la parte inferior derecha que dice "CC" está iluminado en rojo. Si no, se pincha y se selecciona la opción "Activar subtítulos".

Darle alternativas


El perro está aburrido y lleva un buen rato paseando sin rumbo por la casa. Cuidado. Si de repente le da por escarbar en las macetas o por mordisquear las patas de las sillas, no es que haya decidido fastidiarte, aunque lo parezca. Es mucho más sencillo: es que no tiene otra cosa que hacer. Tú estás leyendo, o viendo la televisión, o haciendo la comida, o echando un vistazo a Twitter. Tú tienes mil maneras de entretenerte, pero pretendes que tu perro se quede absorto contemplando el paisaje horas y horas. Parece mucho pedir, ¿no?

Es verdad que un perro, muchas veces, cuando no hay nada que le interese, busca un rincón fresco en verano o templado en invierno, se echa y se duerme. ¡Cuánto envidio esa capacidad de quedarse dormido a voluntad! Sin embargo, sobre todo si el perro es joven como Sirio, necesita actividad. Si no se la das, se la busca. Y lo más probable es que la que encuentre no sea precisamente de tu agrado.

He aprendido, a base de errores, que no basta con decirle "¡No!" con toda la contundencia del mundo cuando te lo encuentras royendo la pintura de la pared. La dejará, pero buscará una alternativa. Hay que estar preparado y dársela.

Nosotros nos hemos hecho con un arsenal de juguetes para morder y procuramos tenerlos a mano. Lo que más le gusta a Sirio son los huesos hechos de tripa o médula –eso dicen, no quiero hacer averiguaciones- que venden en las tiendas de animales. Cada hueso le dura tres o cuatro días. Lo malo es que, según lo va desgarrando, va dejando trozos de una materia blanda y llena de mugre que resultan bastante repugnantes. Sin embargo, a cambio de recoger esas "cosas", tenemos al perro entretenido mucho tiempo.

También sirven los juguetes tipo Kong, que son algo caros pero prácticamente indestructibles, las cuerdas con muchos nudos para que los vaya deshaciendo y, en fin, cualquier artilugio que le permita tener los dientes ocupados.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Comer tranquilos


Estás viendo un partido de fútbol y te sirves una cervecita y un plato de jamón. Se te acerca el perro, se sienta frente a ti, te mira con ojos tiernos y mueve el rabo. Tratas de ignorarlo, pero no puedes olvidarte de que está ahí. Ya no te sabe igual el jamón. Él se da cuenta de que te tiene en sus manos y gime con voz suave, casi humana, mientras ladea la cabeza. Piensas que un día de estos se pondrá a hablar. Lo miras. Estás perdido.

Y entonces te justificas. Al fin y al cabo, siempre come pienso. ¿Qué hay de malo en que alguna vez pruebe algo rico, como un trocito de jamón? Se lo traga en una décima de segundo, se relame y vuelve a sentarse a ver si cae algo más. Vuelta a empezar. Acabas de fabricar un perro pedigüeño.

A los dos días de estar en casa, Sirio se había convertido en una pesadilla durante las comidas. No había forma de que nos dejase en paz. Yo, que acababa de leer un artículo sobre la extinción de la conducta, decidí ignorarlo, hasta que descubrí que era Marco el que me estaba ignorando a mí: le daba de comer a escondidas por debajo de la mesa. No fui capaz de enfadarme cuando vi la cara que ponían los dos, con expresión compungida pero con la risa bailándoles en los ojos. Y es que nunca he servido para sargento.

Probé a darle de comer antes que nosotros. Pensaba que así no tendría hambre y nos dejaría tranquilos. No funcionó. Probé a poner su alfombrita a cierta distancia y llevarle una golosina cada vez que se quedaba allí  unos segundos echado y quieto. Tampoco funcionó, aparte de que era una lata estar levantándome de la mesa constantemente. Probé a darle de comer cuando ya habíamos terminado y, aunque iba un poco mejor, seguía acercándose de vez en cuando. Y lo peor es que Marco le daba trocitos a escondidas otra vez.

Hasta que un día se me ocurrió una idea que parecerá una tontería, pero que solucionó el comportamiento del dueño y del perro. Cuando nos íbamos a sentar a comer, cogí el cuenco de Sirio y lo puse sobre la mesa. Le dije a Marco que, si quería darle algo al perro, lo echase en su cuenco, pero que el perro no podía comer nada hasta que nosotros acabásemos.

Recuerdo que había pollo en salsa. Marco cogía un trocito de pollo, se lo enseñaba a Sirio y, cuando empezaba a acercarse, Marco se lo comía. En cambio, si el perro se quedaba en su sitio, echaba el pollo en el cuenco, exagerando el gesto para que lo viese. Sirio tardó un poco, pero acabó dándose cuenta de que, cuanto menos se acercaba, más pollo había en su cuenco al final de la comida. Lo aprendió tan bien que hace ya meses que se echa tranquilamente a esperar, aunque no pierde de vista el cuenco.

Ya sé que no es lo mejor, que el perro no debería comer de nuestra comida. Pero, como dicen que dijo Voltaire, le mieux est l'ennemi du bien ("lo mejor es enemigo de lo bueno"). Y lo bueno es que comemos en paz, que Marco puede darle algo a Sirio y que nos hemos ahorrado una de esas agotadoras discusiones matrimoniales. Que no es poco.

El puro discurrir de la mañana

En este amanecer
frío y lluvioso
del mes de abril,
con pájaros, con flores,
mientras corres sin rumbo
entre las hierbas húmedas,
sobre las piedras,
por el descampado,
sólo sopla en el aire
una efímera ráfaga. La luz
que yo pronuncio te ilumina. Digo
una palabra y brilla. (Es todo lo que tengo
para saber que es luz). En ella te disuelves
para surgir de nuevo a su estertor,
venir a mí, lamerme, acariciarme.
Tus grandes ojos me interrogan, son
como los míos, me devuelven
el gesto casi humano
de una mirada cómplice,
y no hay ya
muerte, ni angustia, ni dolor, tan sólo
el puro discurrir de la mañana.

Jenaro Talens, A mi perro Yeltsin

martes, 13 de septiembre de 2011

Tira y afloja

Al principio, yo no conocía ese juego, ni imaginaba que tenía un nombre y unas reglas. El que sí lo sabía era Sirio y enseguida intentó enseñarme a jugar.

Como todos los cachorros, cogía cualquier cosa que estuviese a su alcance (una pelota, un calcetín, una zapatilla...). Cuando yo intentaba quitárselo de la boca, se ponía a tirar como si le fuese la vida en ello. Lo extraño era que, si yo lo soltaba, en lugar de marcharse triunfante con su trofeo, volvía y me lo acercaba a la mano. Tardé en entenderlo, los humanos somos tan torpes... Creía que era para entregármelo, pero no. Era para que yo tirase otra vez.

Confieso que me daba un poco de miedo. El cachorrillo adorable se convertía en un loco de ojos desorbitados, que gruñía y agitaba la cabeza. No sabía si sería bueno para él, si estaría fomentando su agresividad.

Pero llegó Jean Donaldson al rescate. Dice, en El choque de culturas
"El juego no convierte al perro en un depredador. Ya lo es. El juego es una válvula de escape".

"En las observaciones que he realizado, nunca he podido establecer una correlación entre jugar habitualmente a tirar de la cuerda y un incremento de los incidentes de agresión. Si alguien da a concer datos fiables y controlados, asumiría de inmediato las medidas oportunas, pero hasta la fecha sólo se ha registrado una actitud que, teniendo en cuenta como se acelera el perro, debe de ser mala. A la gente no le resulta nada fácil presenciar cómo se comporta verdaderamente un perro".

"No se trata de un enfrentamiento entre tú y el perro, sois tú y el perro contra el objeto del que estáis tirando". 
Donaldson da tres reglas imprescindibles para los juegos de forcejeo:

1.- El perro deja el objeto a la orden.
2.- El perro no vuelve a atrapar el objeto hasta que se le invite a ello.
3.- Tolerancia cero en accidentes.

Hay instrucciones detalladas en Es sobre perros. También me han sido muy útiles los consejos que da Rodrigo Trigosso en De Perros para enseñarle a soltar a la orden. Estamos en ello y progresamos.

Por cierto, creo que es bueno tener un juguete para usar solamente en este juego. Así no se pondrá a tirar de todo lo que pille. Los hay estupendos en las tiendas de animales, pero yo prefiero "fabricarlos" en casa, como el de la foto. Compro cuerda gruesa, corto un trozo del tamaño adecuado y le hago unos nudos fuertes. Fácil y económico, que no están los tiempos para despilfarros.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Sit, fuss, platz

Es sorprendente la cantidad de personas que, en un momento dado, le han dicho a Sirio Sit y, cuando mi perro los ha mirado perplejo, me han preguntado: "¿Es que no sabe sentarse?"

Por supuesto, con ese orgullo con que los dueños de perros mostramos sus habilidades, yo contesto inmediatamente: "Pues claro". A continuación, le digo Siéntate. Casi siempre me deja quedar bien. Pone el trasero en el suelo y mueve el rabo. A veces pienso que está presumiendo tanto como yo.

Desde el principio, he intentado dar las órdenes a Sirio en español. Eso sí, tengo buen cuidado de que las palabras no se parezcan. Para que se eche, en lugar de Échate, digo Abajo, que se diferencia mejor de Siéntate. Uso también Ven, Quieto, Suelta y Fuera, esta última cuando se pone pesado y quiero que me deje en paz. Para que no coja cosas del suelo o para que deje tranquilo el cubo de la basura, hago un chasquido, algo como Chssst, que funciona bastante bien.

En realidad, hay tres buenas razones para usar palabras alemanas o inglesas:
  1. Suelen ser cortas y secas, de una sola sílaba. 
  2. Como no forman parte de nuestro idioma, no es probable que las usemos en otro contexto y confundamos al perro. 
  3. Es más fácil que las pronunciemos aisladas y no caigamos en el error de introducirlas en una frase. Nadie en su sano juicio diría: "Sirio, por favor, ya te he dicho tres veces que Sit, caramba".
Pese a todo, prefiero dirigirme a Sirio en español. Será sentimentalismo. La próxima vez que algún enterado le diga Sit, le contestaré que mi perro sabe sentarse. Lo que pasa es que no habla idiomas.

Paciencia

Lo primero, lo más importante, lo que debe grabarse a fuego en la frente todo el que quiera educar a un cachorro, es una palabra muy simple: paciencia.

Como todos los novatos, supongo, yo pretendía que el cachorro aprendiese enseguida a orinar donde debía, a no mordisquear todo lo que encontrase a su alcance, a no robar ropa ni zapatos ni comida, a no clavarme sus dientecitos en la mano, a no subirse a los muebles... Todo eso, más un largo etcétera que cualquiera que haya intentado criar un perro se puede imaginar. ¡Qué ilusa!

Cuando miro atrás, pienso en todas las cosas que Sirio ha asimilado en estos meses y me asombro de su capacidad. Sin embargo, las primeras semanas fueron un calvario de desesperación y frustración. No podía perderlo de vista ni un minuto. Intentaba aplicar a rajatabla todos los buenos consejos que encontraba en libros, artículos, páginas web y foros, pero no veía avances.

Cuando me parecía que Sirio había entendido que el cuarto de estar no era buen sitio para orinar, de repente me encontraba un "regalito" debajo de la mesa. Cuando pensaba que ya conocía la diferencia entre el concepto "calzado" y el concepto "juguete para morder", aparecían mis zapatillas destrozadas en el cuarto de la plancha.

Y luego estaba la plaga de los enterados. El vecino que aseguraba que su perro había aprendido esto o lo otro "en dos días" y me miraba con superioridad, haciéndome pensar que, una de dos, o mi perro era tonto o, lo que es peor, yo misma era idiota de remate. El amigo obsesionado con la disciplina que me acusaba de blanda y vaticinaba problemas de todo tipo si no empezaba a aplicar castigos duros y me dejaba de refuerzos positivos y teorías sobre condicionamiento. El que me decía que me relajase, que un cachorro no puede aprender nada hasta los seis meses. El que afirmaba que ya era tarde, que lo que no le enseñas de pequeñito, de mayor ya no lo asimila...

Si algún desesperado que se encuentra en esa etapa está leyendo esto y diciendo que sí con la cabeza, voy a darle buenas noticias: el perro acaba aprendiendo. Tardará más o menos, depende de muchos factores. Pero, de verdad, aunque parezca imposible, aprenderá. Sólo hay que insistir, ser coherente y no rendirse. Si estás usando un método y te parece que no funciona, inténtalo un poco más. Probablemente sea cuestión de tiempo. Cualquier día de estos, te darás cuenta con sorpresa de que las cosas han empezado a mejorar y de que tu perro y tú estáis en el buen camino.

Paciencia. Esa es la clave de todo.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Nada en la vida es gratis

Nothing in life is free. Así se titula un artículo que Debbie McKean ha colgado en su página y que leo traducido por Fernando Barcel en Proyecto Mascota.


De entrada no me convenció el discurso, porque se basa en la teoría de la dominancia, que en mi opinión ha sido malinterpretada, además de resultar peligrosa en según qué manos y con según qué perros. Sin embargo, si dejamos aparte toda esa parafernalia de líderes alfa, el concepto es muy aprovechable.

Dice McKean:
Como humano y como dueño, tú tienes el control de todas las cosas que son maravillosas en esta vida para tu perro.  Este es el secreto del éxito del programa NELVEG.  Tú controlas todos los recursos.  Jugar, atención, comida, paseos, entrar y salir de la casa, ir a pasear en auto, ir al parque.  Todo lo que tu perro quiere proviene de ti.

Y más adelante:
Para implementar el programa NELVEG sólo tienes que hacer que tu perro se gane el uso de tus recursos.  ¿Tiene hambre?  No hay problema, tan solo tiene que sentarse antes que su plato de comida se coloque sobre el piso.  ¿Quiere jugar a la pelota?  ¡Perfecto! Sólo tiene que echarse antes que la arrojes.  ¿Quiere salir a pasear?  Entonces debe sentarse para que le puedas poner su correa...

El interés de esta técnica se encuentra, para mí, en que aprovecha las situaciones cotidianas para consolidar y generalizar comportamientos que deseamos en nuestro perro. Es un error desperdiciar motivadores tan potentes como salir a la calle o subir al coche. El hecho de que se den pocas veces al día los hace inútiles para una sesión de adiestramiento, pero los convierte en momentos preciosos para practicar las órdenes aprendidas.

Por ejemplo, Sirio, como casi todos los perros, en cuanto me ve coger la correa se vuelve loco de excitación. Baja corriendo las escaleras y, si me paro, sube otra vez a buscarme para animarme a que llegue cuanto antes a la puerta. 

Con la puerta aún cerrada le digo "siéntate". Obedece rápido y a la primera, a pesar de estar nervioso. Sabe que, si no se sienta, no le pondré la correa. Luego abro la puerta y salgo con él a la entrada. Vuelvo a pedirle que se siente antes de ir definitivamente a la calle. Lo mantengo sentado unos diez o quince segundos, mientras miro fuera para ver si hay gente, coches u otros perros. 

Las tentaciones son fuertes para Sirio: olores, un pájaro que pasa, una hoja que mueve el viento, un niño que ríe o corre a lo lejos... Sin embargo, aguanta sentado. Tiene muy claro que, si se levanta antes de que yo diga "vamos", lo haré volver atrás y empezar desde el principio. Estamos usando el principio NELVEG.

Estoy segura de que cualquier dueño de perro, si se pone a pensar, se dará cuenta de la cantidad de cosas que el animal recibe "gratis" cada día. Sería bueno dejar de desperdiciar todas esas oportunidades y empezar a "cobrar".

miércoles, 7 de septiembre de 2011

El primer libro

A los dos días de llegar Sirio, además de un comedero y un bebedero en condiciones, tenía ya mi primer libro sobre perros, Un cachorro en casa, de Ian Dunbar. Se trata de un libro muy completo y ameno, con cientos de consejos útiles, pero me desanimó bastante el hecho de que las primeras ochenta páginas estaban dedicadas a lo que hay que hacer antes de la llegada del cachorro: elegir cuidadosamente la edad, la raza o el criador; disponibilidad de tiempo y espacio; material y accesorios necesarios.... Y un montón de cosas más que Marco y yo ni nos habíamos planteado ni tendríamos ocasión. ¡Sirio estaba ya en casa!

Así que dejé a un lado el libro por el momento y me dediqué a intentar solucionar los problemas que se me estaban planteando cada hora que pasaba. Sin embargo, para los que estén pensando en comprar o adoptar un cachorro, lo recomiendo sinceramente. Se ahorran muchos errores haciendo las cosas bien desde el principio. Cuando es posible, claro.