Sirio llegó a casa de noche. No teníamos nada preparado ni sabíamos muy bien qué hacer con él. Busqué un par de cacharros viejos y le puse agua y comida. Mi vecina trajo una gran cesta de mimbre para que durmiese. Cubrimos el fondo con periódicos y la colocamos junto a nuestra cama. Se echó en ella y parecía estar cómodo, pero cuando nos acostamos y apagamos la luz, empezó a lloriquear.
Me levanté varias veces para intentar calmarlo. Volvía a gemir con fuerza en cuanto lo dejaba en su cesta. Marco, que estaba muerto de sueño, gruñó: "súbelo a la cama, a ver si se calla". Lo puse a nuestros pies y se hizo un ovillo. Todos nos quedamos dormidos. A mitad de la noche, me di la vuelta y vi que Sirio se había movido. Tenía la cabeza apoyada en la almohada, junto a la de Marco. Los dos roncaban.
A partir de la noche siguiente, Sirio durmió tranquilo en la cesta. Quiero pensar que, de algún modo, comprendió que esta vez estaba en su casa, que nosotros no íbamos a abandonarlo.
P.D.- No es buena idea darle a un cachorro una cesta de mimbre para que duerma. Se la come.
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