Como empecé a contar ayer, el sábado Sirio y yo nos fuimos
al cole muy ilusionados. Bueno, ilusionada iba yo, Sirio no tenía ni idea. Pero
a él siempre le hace ilusión subir al coche.
Cuando llegamos a la explanada en cuestión, había otros seis
perros con sus dueños, además del adiestrador. Luego apareció otra pareja
perro-dueño más, o sea que al final fuimos ocho parejas de alumnos.
Lo primero que no me gustó es que no permitieran que los
perros se saludasen. Estoy segura de que Sirio habría estado más relajado
durante la sesión si antes hubiese podido olisquear un poco a sus compañeros
desconocidos. Pero todos los dueños tuvimos que situarnos en fila, con el perro
sentado al lado izquierdo. Sirio se sentó, aunque yo sabía que era imposible
que aguantase quieto más de cinco segundos estando rodeado de perros. No hemos
llegado tan lejos en la práctica del "sentado-quieto" con
distracciones fuertes.
En cuanto se movió, el adiestrador se me acercó y me dijo
que lo corrigiese. Yo lo que hice fue decirle "Sirio, quieto", pero
el hombre negó con la cabeza, me pidió la correa y me enseñó cómo corregirlo. La
cosa consistía en pegarle un tirón seco, con el collar casi a la altura de las
orejas, para que se sentase. Al mismo tiempo, le empujaba la grupa con la mano.
Sirio volvió a sentarse, naturalmente. Eso ya sabe hacerlo él
solito sin que le empujen. Pero estaba cada vez más nervioso y al momento se
puso de pie. Entonces, el adiestrador se enfrentó a él mirándole fijo a los
ojos y diciendo "No", al tiempo que levantaba el dedo índice. Mi
perro puso los cuartos traseros en el suelo, pero no de la manera alegre y expectante
en que lo hace habitualmente, sino con las orejas pegadas a la cabeza y el rabo
entre las piernas. Tenía miedo, estaba claro.
El adiestrador me devolvió la correa y me dijo que tenía que
hacerme respetar, que debía corregir al perro cada vez que no me obedeciese. Yo
iba a replicar algo, pero no me dio ocasión. Para cuando abrí la boca, ya
estaba caminando hacia el centro de la explanada con aire marcial y satisfecho,
como si hubiese ganado una batalla o algo así.
Estuve a punto de marcharme, pero decidí no ser tan
impulsiva y no dejarme llevar por la primera impresión. Ya que estábamos allí,
igual podíamos aprender algo.
Soy de una generación en la que los chicos todavía hacían la
mili obligatoria, así que a través de amigos, hermanos y novietes, sé
perfectamente lo que es hacer la instrucción. Por eso me di cuenta enseguida de
que lo que estábamos haciendo era eso, la instrucción. Todo era "de
frente, media vuelta, izquierda, alto, etc.". Lo peor era que el
adiestrador parecía estar más preocupado por que las filas estuviesen rectas
que por los perros.
A la media hora, yo estaba harta y Sirio más. Se tiraba en
el suelo y no quería saber nada de avanzar ni de dar vueltas al grito de
"heel". Cuando el adiestrador se me acercó con aire reprobatorio, le
dije que mi perro era muy joven y que estaba cansado. Entonces volvió a coger
la correa y me demostró que el perro le seguía. Qué remedio, el pobre, medio
ahogado.
En fin, que el perro salió de allí completamente estresado y
yo también. Lo que pensaba que iba a ser entretenido y divertido, en realidad sólo
sirvió para crearnos tensión.
Nos metimos en el coche y Sirio se acurrucó en asiento de
atrás hecho un ovillo. Lo acaricié y tiré directamente hacia la playa. Allí
estuvimos un rato jugando y corriendo los dos, felices, liberados. Sirio me
miraba alegre, con la lengua fuera. Otra vez era mi perro, despreocupado y juguetón.
Parecía decirme: "Ufff, colega, por fin nos hemos deshecho del sargento
ese". Y tenía toda la razón.
No tengo cualificación para valorar el trabajo de un
profesional, así que no lo haré. Seguramente hay que ser muy estricto para
entrenar perros policía o de rescate. Es posible que ese tipo de adiestramiento
sea más fiable y apropiado para perros duros o agresivos.
Lo que sí tengo claro es que mi perro es un animal de compañía
y no hace falta que aprenda a base de asustarlo. Sirio tiene buen carácter, es
noble, confiado y amistoso con todo el mundo. Lo último que quiero es que
cambie, que se vuelva miedoso y suspicaz.
También sé que es muy inquieto y que no le vendría mal un
poco de autocontrol, pero creo que se le puede enseñar obediencia con métodos más
amables y disfrutando del adiestramiento. Eso va mejor con mi estilo y con el
tipo de relación que quiero tener con mi perro.
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