¡Canto al perro sucio, al perro pobre, al perro sin domicilio, al perro callejero, al perro saltimbanqui, al perro cuyo instinto, como el del pobre, el del bohemio y el del cómico, está aguzado maravillosamente por la necesidad, esa madre tan buena, esa auténtica patrona de la inteligencia!
Canto a los perros calamitosos, tanto los que van errantes, solitarios, por los barrancos sinuosos de las inmensas ciudades, como los que dijeron al hombre abandonado, parpadeando con sus ojos sabios: «Llévame contigo, y de nuestras dos miserias haremos acaso una especie de felicidad».
Charles Baudelaire, "Los perros buenos", El spleen de París.
(La traducción es mía)
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